En este medio y en muchos otros se ha documentado el impacto negativo que ha tenido la pandemia en el sector educativo. El cierre de escuelas orilló a los países a adoptar, repentinamente, un modelo de educación a distancia para el cual muchos no estaban preparados. La forma en que los países implementaron este modelo y el tiempo que lo tuvieron vigente varió sustancialmente. Algunos países, como España, cerraron brevemente sus escuelas, volviendo a la educación presencial desde hace más de un año. Por otro lado, los países latinoamericanos, como México, cerraron sus escuelas un tiempo más prolongado, volviendo a clases después de año y medio y de manera híbrida. Curiosamente, la OCDE señala que los países con los peores resultados en las evaluaciones de PISA son quienes más tiempo han tenido cerradas sus escuelas.
Una gran limitación del modelo de educación a distancia en implementado en México radicó en que cerca de la mitad de los hogares no tenía internet ni computadora, una gran proporción de docentes no eran diestros en el uso de los medios digitales con propósitos pedagógicos y todos los componentes del sistema educativo mexicano (planes de estudio, materiales didácticos, prácticas pedagógicas, etc.) habían sido diseñados para implementarse en un modelo presencial. La encuesta nacional que realizó el INEGI sobre el impacto del COVID-19 en la educación nacional documenta: 1) un incremento en el abandono escolar de la población de 3 a 29 años y 2) una pobre eficacia del programa Aprende en Casa, que se traduce en deficiencias importantes de aprendizaje.
En estas condiciones el regreso a clases se volvió una necesidad imperiosa que, incluso, desafió las posibles consecuencias negativas en materia de salud de las comunidades educativas. Para atenuar los posibles contagios en las escuelas, la SEP propuso que el regreso fuera en una modalidad “híbrida” que, en realidad, nadie entiende muy bien, empezando por los mismos docentes. Lo único que se comprende es que los estudiantes se alternarán para asistir a clases, y quienes no lo hagan aprenderán en línea. Sin embargo, no queda claro cómo va a operar en la práctica este modelo. Por el momento, alcanzo a visualizar tres escenarios:
Escenario 1. Las escuelas instalan un sistema de teleconferencias en cada salón de clases, que consiste en: una cámara, un micrófono, una computadora y conexión a internet. El grupo de estudiantes se divide en dos: el grupo A asiste a clases los días pares y el grupo B los días nones. En los días pares el docente imparte clases al grupo A, mientras que el grupo B observa estas clases en algún dispositivo electrónico en casa. Este proceso se invierte en los días nones: el grupo B asiste a clases y el A se queda en casa. En este escenario, el docente puede impartir todos los contenidos en forma secuenciada y responder las dudas de sus alumnos de manera presencial.
Escenario 2. El grupo de estudiantes se divide en dos: el grupo A asiste a clases los días pares y el grupo B los días nones. En los días pares el docente imparte clases al grupo A, mientras que el grupo B revisa los materiales a distancia que están disponibles en Internet o en medios televisivos. Este proceso se invierte en los días nones; pero a diferencia del escenario 1, el docente tiene que repetir los contenidos expuestos al grupo A. De esta manera solo se podrán impartir la mitad de los contenidos curriculares y, por falta de tiempo, el docente no podrá atender a los alumnos que estudien a distancia.
Escenario 3. El grupo de estudiantes se divide en dos: el grupo A asiste a clases diariamente y el grupo B no asiste a clases. El docente puede impartir todos los contenidos en forma secuenciada y responder las dudas de sus alumnos del grupo A. El grupo B aprende en Casa, pero sin la ayuda del docente, por no disponer de tiempo.
En síntesis, la educación híbrida hace más complicada la práctica pedagógica de los docentes, pues demanda un doble trabajo: atender a dos grupos de estudiantes en modalidades diferentes y de manera simultánea. Si a esto se le suma que las escuelas no tienen recursos para instalar un modesto sistema de videoconferencias, ni para contratar a ayudantes que asistan a los docentes, es claro que los estudiantes sufrirán las consecuencias y seguirán perdiendo oportunidades para aprender. Escenarios más complejos y pesimistas se pueden visualizar si se piensa en la forma en que se podría implementar el modelo híbrido en escuelas multigrado, rurales e indígenas.
Por lo anterior, la idea de implementar un modelo de educación híbrida en México, sin la inyección de los recursos y apoyos necesarios, es solo una quimera; parecida a la promesa de convertir al sistema de salud mexicano en uno equivalente al danés. Ojalá y esté equivocado.
@EduardoBackhoff