Recientemente, escuché dos conferencias sobre las brechas que separan a las mujeres de los hombres en la actividad científica. Hoy, por ser el día de la mujer, escribo este texto en el que destaco algunos puntos de interés sobre las condiciones en que se encuentran las científicas mexicanas, dándoles todo el crédito a las doctoras que me inspiraron: Dra. Lydia B. Ladah (CICESE) y Dra. Julia Tagüeña (UNAM).

Empiezo recordando que el Día Internacional de la Mujer se celebró por primera ocasión de manera oficial el 8 de marzo de 1914, siendo uno de sus antecedentes la trágica muerte de 123 trabajadoras en 1911, que quedaron encerradas en un edificio en llamas. Sesenta años después, la ONU declara a 1975 como el año internacional de la mujer. Tres hitos en la historia de la igualdad femenina son: el acceso de las mujeres a la educación superior, el voto femenino y el uso de anticonceptivos; que se traducen, respectivamente, al acceso al conocimiento y a la ciencia, a la participación en la vida política y a la libertad sexual.

La historia mundial está llena de casos exitosos de mujeres investigadoras que echan por tierra el argumento de que no tienen la misma capacidad de los hombres para realizar ciencia. Basta con recordar a María Curie, quien obtuvo dos premios Nobel por sus descubrimientos científicos en distintas disciplinas. Sin embargo, es innegable que el camino que tienen que transitar las mujeres y los obstáculos que tienen que vencer durante sus carreras científicas y profesionales (consideradas tradicionalmente como masculinas) son siempre más complicados.

Algunos estudios de género dejan claro que siguen existiendo problemas de segregación, discriminación, injusticia y estereotipos en el campo de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). De acuerdo con la UNESCO, a nivel mundial, cerca de la mitad de las mujeres estudian un bachillerato en ciencias, 30% estudian una licenciatura o maestría y ejercen la profesión de investigación, 10% ocupan altos cargos académicos y solo 3% han obtenido un premio Nobel. Entre los países de América Latina y el Caribe, en 2015, México ocupaba un deshonroso antepenúltimo lugar en el porcentaje de mujeres dedicadas a la investigación científica (cercano al 31%). A nivel nacional, aunque la proporción de mujeres en el Sistema Nacional de Investigación (SNI) ha incrementado hasta acercarse a 36%, solo 1 de 4 logran obtener el nivel III (el más alto). Es interesante hacer notar que en la Academia Mexicana de Ciencias la proporción de mujeres es diametralmente inferior a la de los hombres. En 2016, en ciencias exactas fue de 181 vs 1089, en ciencias naturales de 241 vs 611, en ciencias sociales de 89 vs 173 y en humanidades de 131 vs 142.

El interés que tienen las mujeres en los campos de investigación es en humanidades y en ciencias de la salud, mientras que las ingenierías y las ciencias físico matemáticas son las de menor interés. Hay que señalar que estas preferencias se empiezan a establecer desde los primeros grados escolares, en los que se induce un rol profesional de acuerdo con el género que, en muchos casos, se refleja explícitamente en los libros de texto. Por ejemplo, mientras que un hombre juega el papel de doctor, una mujer lo hace de enfermera, o mientras que un varón tiene el rol de director, una fémina lo hace de secretaria. También es cierto que, aunque muchas mujeres estudien diversas carreras de STEM, pocas se gradúan y menos terminan trabajando en la industria o en algún centro de investigación científica. Por otro lado, la maternidad puede ser un tema de discriminación laboral y hasta de despido. La condición de ser madre impide a muchas mujeres a regresar a trabajar en una jornada de tiempo completo, ya sea por la falta de puestos de tiempo parcial o por la falta de flexibilidad horaria de los empleos lo que, a su vez, también les impide ocupar puestos de alto nivel directivo.

En síntesis, a pesar de que ha habido muchos avances respecto a la igualdad de las mujeres, tanto en la ciencia como en otros ámbitos, el Informe Global de Género 2020 estima que para cerrar completamente la brecha entre hombres y mujeres se necesitarían, aproximadamente, cien años. Por desgracia, en México pudiéramos estar dando pasos regresivos, ya que en el reglamento de becas de CONACyT se establece que se suspenderá o cancelará una beca “Cuando el Becario sufra de una incapacidad temporal, médica o de otra índole…” (Art. 24, fracc III), que es el caso de las mujeres que se embarazan. Igualmente, la desaparición de fideicomisos para el apoyo a la investigación científica es un retroceso que afecta por igual a hombres que a mujeres en sus proyectos su investigación.

Presidente de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff

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