Conocí al Doctor Jesús Kumate una tarde fría de diciembre de 1988 en su oficina, justo cuando me ofreció colaborar con su administración a instancias del entonces vocero de la Presidencia, Otto Granados.
Comenzaba la nueva administración gubernamental y el médico Sinaloense fue designado para sentarse en el sillón principal del edificio Art Decó que se levantó en Chapultepec como la primera obra constructiva de la posrevolución, sin el afrancesamiento porfirista y con los ojos puestos en la cruda que dejó el movimiento armado.
1929 fue el año en que Emilio Portes Gil inauguró la obra pergeñada por Carlos Obregón Santacilia, quien también fue encargado para terminar el Monumento a la Revolución sobre los huesos de lo que debía ser el Congreso de los Diputados. Obregón Santacilia era una de las celebridades arquitectónicas de la época. Algo así como el González de León o el Legorreta de su tiempo.
Kumate me recibió en la Sala Bernardo Sepúlveda bajo los frescos de Diego Rivera, de generosos trazos en los contornos del techo y hasta con un desnudo de alguna de las amigas del pintor, a la que hizo inmortal por la vía de su pincel. Privilegios de artistas.
Este infectólogo sanitarista revelaba desde el primer golpe de vista lo que era, por su ADN, su carácter, su trato puntual y estricto y por el resultado final de la formación que recibió.
Tenía la disciplina del médico militar que era, combinada con la parsimonia y poco relajo de su sangre japonesa, más el rigor que adquirió en el trajín científico al que se sometió. Estos elementos daban un producto que se miraba desde que aparecía por la puerta contigua a su oficina, la que daba justamente a la Sala de los Murales.
Siempre cordial, elocuente, preciso, desde la primera conversación me hizo saber cuál era su interés principal al llegar a la primera responsabilidad sanitaria del país.
Mire –me dijo mirando directamente a los ojos- una de las cosas que más me interesan es continuar con el Programa Nacional de Vacunación. Vamos bien con la polio y quiero que la vacunación sea el programa más importante de esta administración. Ayúdeme a que se sepa.
Y es que Kumate Rodríguez venía de ser el subsecretario de la gestión de otra celebridad, Guillermo Soberón Acevedo, quien durante el gobierno de Miguel de la Madrid fue el secretario que le tocó mutar de la Secretaría de Salubridad y Asistencia a la de Salud.
El exrector universitario abrió el espacio para que Kumate creara los Días Nacionales de Vacunación, que no por ser un día al año concentraba esfuerzos en un solo momento. Era una política pública permanente.
Una tarde, el secretario dijo durante una reunión con colaboradores que el esfuerzo de vacunación universal tendría un efecto previsible, si se cumplía conforme a los parámetros que tenía previstos.
“Cambiará el perfil epidemiológico de México”, repetía el secretario Kumate.
Eso significaba, y significa para pesar de la 4T, una modificación sustancial en las enfermedades recurrentes de la población y también los motivos que los llevan a la muerte. Dicho de otra forma: de qué se enferman y de qué se mueren los mexicanos.
Médico de niños durante casi toda su carrera, este Doctor de Ciencias del IPN estaba consciente de que la infancia es destino y que la atención de la salud en esa especial etapa de la vida es determinante para el estado físico general que se habrá de tener el resto de la vida.
Por eso lo tuvo claro desde que era subsecretario. Las enfermedades prevenibles por vacunación no tenían por qué andar con las riendas sueltas campeando por el país.
Fue entonces cuando aplicó a partir de los tempranos años 80’s la vacunación intensiva principalmente contra polio y sarampión, además de aplicar todos los recursos para evitar las muertes de niños mexicanos por deshidratación provocada por diarrea.
Hizo dos cosas trascendentes: el programa de vacunación universal y el de hidratación para niños en episodios diarreicos.
Las cifras lo avalan. En 1980 morían en México 50,000 niños menores de cinco años, simple y sencillamente por diarreas incontroladas.
Y en vacunación quizá las más visibles: la poliomielitis y el sarampión.
Para el año 1955, cuando el virólogo polaco-norteamericano Albert Sabin comenzó a popularizar su vacuna oral contra la poliomielitis, compuesta por virus atenuados de la enfermedad, en los Estados Unidos había 20,000 casos anuales de infantes afectados en su movilidad por el ataque el virus salvaje de la polio.
Incluso, en 1921 al presidente Franklin D. Roosevelt le atacó una parálisis flácida aguda en las piernas, la que lo- postró en una silla de ruedas de la que ya no se levantó nunca.
Como les gusta decir ahora: que se oiga fuerte y lejos, pero los programas de vacunación que impulsó Jesús Kumate con la aplicación del antígeno del polaco Albert Sabin logró que México fuera declarado antes del año 2000 como uno de los países que había logrado ERRADICAR la circulación del poliovirus salvaje y, por tanto, se levantó la bandera blanca que reconoce cero casos de esta clase de parálisis.
Y si poco fuese, después de haber tenido en México un pico epidémico de sarampión entre 1989 y 1990, que se llevó la vida de más de 18,000 mil mexicanos entre bebés, jóvenes, adultos y ancianos, el impulso a la vacunación dejó cinco años después el resultado de cero absoluto para los casos de Sarampión.
Así de drástico: de miles de muertos por sarampión de todas las edades hasta registrar pocos años después la circunstancia epidémica de cero casos.
Una mañana, el secretario Kumate me pidió estar en su oficina a las 8 de la mañana. Salimos en su automóvil y llegamos hasta el Hotel Marquis Reforma. Me pidió esperarlo en el vestíbulo y subió a una habitación.
Quince minutos después, bajó acompañado por el Doctor Albert Sabin. El personaje mundial de la medicina tenía quizá 82 u 83 años. Era el momento en que todo el mundo aplicaba sus gotas orales que evitaban la poliomielitis a los niños de la aldea global.
Es seguramente el autor, en combinación con los programas de Kumate, de que en México no tengamos casos de niños que deben ayudarse con auxiliares metálicos para poder tener movilidad, tal como lo vimos en compañeros de la primaria y secundaria quienes somos de la generación de los boomers. Nuestros hijos de dos generaciones ya no han visto un caso así.
El perfil público de Kumate seguirá creciendo conforme pasen los años además de que en vida recibió varios reconocimientos: Ministro Protector de la Infancia por parte del Unicef, Medalla Eduardo Liceaga, Caballero de la Legión de Francia y, por si fuese poco, la Medalla Belisario Domínguez, que es la más alta distinción que el Estado Mexicano entrega, por la vía del Senado de la República y su comisión correspondiente.
En seguimiento a la dimensión personal del que fue seguramente el mejor Secretario de Salud que tuvo México en el Siglo XX, otra vez el Senado de la República voltea a reconocer a este patricio mexicano de la medicina.
La Cámara Alta está convocando, durante este agosto, a la entrega del premio Jesús Kumate Rodríguez, destinado a médicas y médicos con méritos conocidos en favor de la salud pública.
El premio tiene el objetivo de reconocer el trabajo de profesionales de la medicina y pueden ser propuestos por la sociedad civil, organizaciones académicas y hasta instancias gubernamentales.
El próximo Día Mundial de la Salud se entregará este premio en la sede del Senado y de paso se hará un reconocimiento de la figura pública de un profesional de la medicina que se dedicó a cambiar el perfil epidemiológico de México y lo logró por la vía preferencial de trabajar sobre la salud de los niños.
Y como los del gobierno de ahora no son iguales, lo cual queda perfectamente claro, todavía la inercia de las políticas de vacunación establecidas por Kumate Rodríguez produjeron que apenas en 2015 el 97.2 por ciento de la población de niños menores de un año tuvieran el esquema básico de vacunas.
Pero la Encuesta Nacional de Salud que realiza muy profesionalmente desde 1986 el Instituto Nacional de Salud Pública de Cuernavaca reporta que en este momento la cobertura de vacunación con esquema completo para niños hasta los dos años es del 31.1%. Solo uno de cada tres niños goza de ese esquema.
Se refiere específicamente a que los menores tengan las vacunas BCG, Hepatitis B, Pentavalente, neumoco, rotavirus y Triple Viral.
¿Y no les da vergüenza?
En descargo de los que van a la mañanera, hay que asentar que hay un descenso mundial en los índices de vacunación, puntualmente por escasez de los biológicos en parte por la crisis global causada en la aparición súbita y disruptiva de la Covid y en parte por los fenómenos de apreturas económicas.
En México este gobierno priorizando su grima contra los productores y distribuidores de medicamentos, ha matado con sus decisiones desde niños con cáncer hasta enfermos de diversas afecciones, ante la escasez de medicamentos y la pobreza franciscana en los hospitales.
¿Cuánto del presupuesto para vacunas y medicinas habrá ido a parar a Dos Bocas, el AIFA o el Tren Maya ?
Valdría la pena que revisaran, aunque sea someramente, la trayectoria y obra de Jesús Kumate Rodríguez, ahora que el Senado le rinde un homenaje más, para ver si corrigen la ignorancia y soberbia con la que se han conducido en materia de salud pública.
Que tengan un gran día de sol.
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FB Eduardo Arvizu Marin
www.arvizumeduardo@gmail.com