Al fin tenemos una evidencia de que López Obrador no pretenderá reelegirse.
Como Echeverría y Salinas de Gortari buscará un encargo internacional y al mismo tiempo establecerá su minimaximato a través de Claudia Sheinbaum, como Plutarco Elías Calles. Redondo.
El responsable de haberle abierto las perspectivas es un activo aspiracionista de permanentes deseos de la candidatura presidencial: Juan Ramón de la Fuente, que ganó puntos valiosos en el veleidoso querer del Presidente, que hoy lo adopta de manera especial, al tiempo que desplaza a otro, Santiago Nieto.
López Obrador fue a la sesión del Consejo de Seguridad, en el edificio a la orilla del Hudson en la isla de Manhattan, cuando en esa ruleta de turnos le correspondió a México por un mes la Presidencia de este organismo de la ONU.
Llegó a leer un discurso que quiso recordar un día del distante Diciembre de 1974 cuando la Asamblea General del organismo adoptó la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, que a propuesta de Luis Echeverría proponía un nuevo orden económico internacional dando un lugar preponderante, a quiénes creen???. Por supuesto que a los pobres, etiquetados entonces como los países del tercer mundo, o en desarrollo.
No hay nada nuevo bajo el sol.
Si Juan Ramón de la Fuente cree que López Obrador ya está en deuda con él en el 2024 por haberle abierto el escenario mundial para que en aparición estelar llegara a aplicar la 4T en el ámbito internacional, hay que decirle que llegó tarde y en el mundo del refrito.
El nuevo orden económico mundial, hoy materia de los ‘pobretólogos’, es un tema más bien recurrente desde la fundación del organismo global por excelencia que es la ONU y el financiamiento para el desarrollo una inquietud que ha provocado la fundación de instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo.
La combinación aspiracionista de López Obrador con la de Juan Ramón de la Fuente, y sin ser clasemedieros, provocó la estructuración de esta ‘propuesta’ de financiamiento fraternal y, ¡por supuesto! del Bienestar (como el gas y el banco).
Siendo un político de oportunidades cachadas al vuelo, López Obrador le hincó la uña a la creatividad e imaginación de su Embajador ante la ONU, que recordando cómo hizo el grupo de poder que todavía lucha por mantener el poder de la UNAM, se las ingenió para manipular el tema del Consejo de Seguridad, considerando que ya era tiempo de que a México le volviese a tocar la mensual presidencia del organismo.
Y de repente brincó traviesa la idea de que Amlo fuera a exponer su plan mundial para terminar con la pobreza. Todo listo. De la Fuente logró despertarle el león ávido que López Obrador lleva dentro y puso turbosina a sus propias ansias sucesorias para el 2024, justo cuando cumpla sus 72 años.
Y López Obrador pareció imaginarse en una de sus ‘Asambleas Informativas’ del zócalo, con la pena de que ahí en Nueva York no pudo pedirles a los representantes en el Consejo General que levantaran la mano para decir si estaban de acuerdo con su perorata.
La idea de rescatar a los pobres del mundo tiene más expresiones e historias que versiones de ´Quiéreme Mucho´, de Consuelito Velázquez.
Para no ir muy lejos, baste recordar la llamada ‘Carta Echeverría’, que apoyada en la pobreza y desigualdad de muchos países del mundo estructuró un documento de largo aliento que se debatió durante casi dos años en el más alto nivel de la Organización de las Naciones Unidas en el inicio de los años 70`s.
La diplomacia mexicana de entonces y que por fortuna prevalece, logró que el documento se convirtiera en resolución y que de ella se hablara globalmente como la base del Nuevo Orden Económico Internacional.
El acomodo que la Carta logró en eso años llenó de aspiraciones al entonces Presidente Luis Echeverría. Un buen día se le ocurrió que debía hacer una gira mundial con sus potenciales aliados para promover la recién adoptada resolución por la Asamblea General de la ONU, la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados.
Claro, el viaje se hizo a los países desposeídos a los cuales podía vender los términos de la Carta Echeverría. Entonces se inventó la legendaria ‘Gira Tricontinental’, por países de África, Asia y América.
Mes y medio antes de dejar el Poder Ejecutivo en manos de José López Portillo, Echeverría se postuló como candidato a la Secretaría General de la ONU, ya que el Austriaco Kurt Walheim terminaba su gestión y éste se había propuesto para una reelección por cinco años.
Pasó lo que tenía que pasar y Luis Echeverría levantó apenas 3 votos contra una gran mayoría en favor de Kurt Waldheim, quien finalmente se reeligió.
Las crónicas de la época señalan que un diplomático asiático explicó que las grandes potencias querían “un administrador incoloro que haga lo que digan y no crea que es Jesucristo”.
Luis Echeverría tuvo que regresar para recluirse en su casona de San Jerónimo, desde donde intentó seguir ejerciendo poder político, como muchos expresidentes lo han tratado de hacer.
La picaresca del PRI aplicó entonces la frase de ‘ya lo besó el diablo´ para apalear con ella a los suspirantes políticos que iban con Echeverría a San Jerónimo para buscar apoyo que les valiera en el propósito de lograr posiciones públicas.
Y cómo olvidar la campaña que Salinas de Gortari hizo hacia el final de su mandato para alcanzar, con el franco apoyo de Estados Unidos, la Dirección General de la Organización Mundial de Comercio. De nada sirvió el respaldo que le dio Bush Padre. También perdió, como internacionalmente va a suceder con López Obrador.
Prenda internacional, cero
Tan pueblerino que es, López Obrador se colgó a la iniciativa de De la Fuente para intentar hacer una mañanera de la sesión abierta del Consejo de Seguridad de la ONU.
La prensa de Estados Unidos lo ignoró y si a medios internacionales nos referimos, la caricatura sangrienta, ácida, peyorativa, que le dedicó el semanario Charlie Hebdó es una aislada manifestación sobre cómo fue percibido por las potencias: desdeñosamente.
El representante de Rusia en el Consejo General no resultó obsequioso hacia el discurso de Amlo. Tampoco lo fue el Chino. Vaya peso específico de ambos.
Independientemente de cómo haya sido recibida la propuesta Obradorista para pasar la charola entre los países y empresarios ricos del mundo para ser el paliativo a la pobreza mundial, todavía le falta un largo recorrido por la burocracia infame de la ONU, que como cualquier gobierno tiene los pasadizos suficientes para atascar y retrasar cualquier iniciativa.
Comienza el largo proceso y nadie sabe si a Juan Ramón de la Fuente le alcancen tres años para lograr una resolución que aunque sea pálidamente sea comparable con lo que fue la Carta Echeverría de los años 70’s.
López Obrador autoreflexionó sobre lo que fue a hacer a Nueva York y se le deslizó sin querer cuando en una mañanera le pidieron razón sobre la defenestración de Santiago Nieto, que hasta el pasado fin de semana había sido utilísimo instrumento político para amagar, contener, atacar y hasta guillotinar a opositores.
De Nieto, López Obrador dijo que no era posible admitir “extravagancias” porque con ellas su gobierno no puede convenir.
¿Por ir a casarse a un hotel en Guatemala?. Le faltó preguntarle a César Yáñez cuánto costó su boda en Puebla, o preguntar a cualesquiera de sus colaboradores cuánto cuesta casarse en Las Vizcaínas o en el Camino Real, para que este extravagante del Hudson sepa aplicar con propiedad ciertos términos.
Lo extravagante quizá sea que el motivo del despido de Nieto haya sido una expresión de las presiones de los duros de su movimiento para hacer a un lado a Santiago, quien ya estaba muy empoderado y no se plegaba a los intereses, y poner a Pablo Gómez, uno de los suyos.
Y es que el diccionario apunta que extravagante es “lo que se hace o dice fuera del orden, o común modo de obrar”.
Bienvenidos al show internacional de Andrés, el nuevo extravagante.
Les deseo un Gran Día de Sol
FB Eduardo Arvizu Marin
arvizumeduardo@gmail.com