No es nada más que la CTM haya perdido la titularidad de un importantísimo Contrato Colectivo de Trabajo y, por tanto, que se le esfuma uno de sus fuertes sindicatos afiliados.
Tampoco que se haya concretado ante los ojos de la Nación un recuento interno, uno más, en una organización gremial corporativa. Son signos de los tiempos.
No es que haga surgido inconformidad en un sindicato de una empresa que genera más de seis mil empleos en esa zona del clúster automotriz Guanajuatense y que produce vehículos de exportación que van a todo el mundo donde tiene mercado la marca, entre ellos la famosa ‘Cheyenne’.
Son dos cosas de las que debe tomar buena nota el Gobierno de la suntuosa (¿untosa?) cuarta transformación.
La primera es que, apoyados en lo que se acordó en el traído y llevado Tratado conocido como el T-MEC, los Estados Unidos metieron su largo brazo hasta el centro de nuestro país, por la vía de la repetición de una revisión contractual en una empresa transnacional.
Concretamente, en el proceso intervino rotundamente la Oficina Comercial de los Estados Unidos, en manos de la señora Katherine Tai, alta funcionaria de origen asiático en el gobierno de Biden.
Sí, claro, no hubo inspectores de Estados Unidos, como tanto se pregonó. Pero eso sí, la inusual presencia de la Organización Internacional del Trabajo en un proceso como este, con precedentes notables.
Lo que tanto se negó al momento de firmar el Tratado, que habría absoluta distancia de la autoridad de los Estados Unidos en diferendos laborales de nuestro país, pues ocurrió como tantas cosas que suceden en la actual administración: disimulado pero concreto, actuante.
Y la segunda, igual de significativa pero mucho más relevante por el entorno verbal construido, fue la convocatoria que recibió el Instituto Nacional Electoral para actuar de observador-árbitro en el proceso de autenticación del Contrato Colectivo de Trabajo de la General Motors Silao, junto con la OIT.
De manera que el denostado, atacado, demeritado, vituperado INE fue llamado, por una dependencia del Gobierno de López Obrador, para que sancionara con su prestigio el proceso dentro del sindicato empresarial.
La referencia es al INE. Si es tan antidemocrático, neoliberal y deplorable, ¿por qué fue convocado por la Secretaría del Trabajo para darle certeza a este proceso sindical de manera particular?
No hay mayor explicación que una exigencia de los Estados Unidos, asumida y obsecuente de un Gobierno que comienza a verse ‘sensible’ ante la imprescindible consideración de lo que se dice en Washington.
En la mañanera se le puede requerir una explicación y no vaya a ser que se repita el caso de la carta-compromiso de la SEP, que primero fue distribuida por la propia Secretaría, luego rechazada en medio de silbatinas y cortes de mangas y finalmente rechazada porque “la puso alguien de abajo”.
Y qué tal si funge entre la sección de “lo falso” de los miércoles, sin importar que no sea falso, solo que le parece exagerado al equipo de vocería que ya le redacta a la inexperta que la ponen a dar la cara en las mañanas de mitad de semana.
Por lo que a ella corresponde, la licenciada Alcalde puede prender una veladora para que no le vayan a mandar recado en la mañanera diciéndole que él (AMLO) ni enterado estaba y que alguien “de abajo” fue quien llamó a los del INE para que le aportaran certidumbre al proceso electivo.
El que la Secretaría del Trabajo del Gobierno de López Obrador haya aceptado sin chistar que el proceso sindical se repusiera en medio de sonrisas como los buenos divorcios por conveniencia, muestra en buena medida que ya les cayó el veinte de que no pueden estar riñendo o rechazando asuntos relacionados con el Gobierno de Joe Biden.
Una cosa son los discursos panfletarios blandiendo al grito de guerra la espada flamígera de Simón Bolívar para quedar bien con los Embajadores latinoamericanos presentes del ala del ALBA y otra cosa es el cumplimiento de los compromisos firmados, cuyo desconocimiento nos puede atraer procesos jurídicos internacionales, paneles de negociación y hasta sanciones concretas por inobservancia a la palabra signada.
Recuentos sindicales han ocurrido por miles en México.
De hecho en ese sindicato, llamado Miguel Trujillo López, ya se habían dado en otras ocasiones. El recuento de martes y miércoles pasados fue un remedial al que empujaron los trabajadores de la GM pues ya había sucedido un procedimiento homólogo en Abril pasado, pero los propios sindicalistas protestaron porque aquel procedimiento se hizo al estilo cetemista, o sea, usted sabe.
Pero el de la GM en Silao fue el primero que requirió la observación directa de la OIT, con tal protocolo.
Sonriente sin cubrebocas, como en el súper en el que fue sorprendida, la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, dio una y otra entrevista a medios diversos para sacar lustre a lo que cree su prendas y del Gobierno cuatroteísta.
“Es un procedimiento contemplado en la reciente reforma laboral y es producto de la nueva cultura del trabajo…”, recitó una y otra vez frente a la cámara de su computadora de escritorio la joven funcionaria que recibió de Arturo Alcalde, su padre, además de los genes el impulso para poder instalarse en esa silla del Periférico Sur, sin contar con el peso político de Bertha Luján entre los guindas morenistas.
PERDIÓ LA CTM
El antiguo líder cetemista del Sindicato, Tereso Medina, observó cómo el proceso comenzó al mediodía del martes y fueron convocados los más de 6,000 trabajadores de la Planta General Motors de ese estratégico punto de desarrollo industrial de Guanajuato.
Era un remedial a lo que él había firmado en abril pasado pero que los agremiados rechazaban por irregularidades.
La asistencia a las urnas de los tres turnos de empleados se alargó hasta cerca de la medianoche del miércoles y para las primeras horas del jueves ya se sabía el sentido de las votaciones.
Un 60% de trabajadores votó por rechazar el Contrato Colectivo de Trabajo que ya había firmado la dirigencia del Sindicato titular, el Miguel Trujillo. Votó sin incidencias poco más del 90 por ciento de los afiliados.
Siguiendo el rumbo de su Partido Madre, el PRI, la Confederación de Trabajadores de México, en otros tiempos factótum y destapador de candidatos a la Presidencia, mostró que en abril no había ganado a las claras en la planta GM de Silao y por eso fue necesario reponer el procedimiento, que ahora sí mostró la proporción real de los afiliados que lo rechazan.
Fue necesario que la Secretaría del Trabajo de la señora Alcalde Luján enviara hasta 40 visores al proceso de votación.
El saldo fue favorable para el actual gobierno. Le da narrativa para presumir que se apega a los preceptos de la Reforma Laboral empujada por sus leales, que cumple compromisos internacionales, que está atenta a procesos que pueden resultar explosivos en casos sensibles como una planta transnacional tan notoria y de tanto peso, que puede preservar la paz entre las organizaciones gremiales, etc.
Es muy importante porque es el primer caso de un proceso con esta calidad de vigilancia y representaciones. La OIT, con los ojos de los Estados Unidos.
Pero lo destacable, por contradictorio con el dogmatismo de la 4T Obradorista, es la convocatoria y por tanto presencia del INE, en su calidad de testigo vigilante del proceso.
Es un hecho destacable y pone doble cubre bocas tricapa aunque en la mañanera sigan los cánticos, reproches y gritos varios contra el Instituto que con su presencia en la Planta GM de Silao le dio al López Obradorismo el prestigio y certeza internacionales que sus instituciones gubernamentales no tienen. Y menos ante procesos como este, que requirió visores internacionales y alguien que respaldara.
Solo falta que en un acto público le griten: ‘…ándele pa´que se eduque…”