El mismo día que se publicó la acertada decisión del gobierno mexicano de acudir, conjuntamente con el chileno, ante la Corte Internacional de La Haya para exigir la investigación del posible delito de genocidio cometido contra la población de Gaza, nos enteramos de la evaluación que hará la ONU de la situación de los derechos humanos en México. Es elogia-ble que nuestro país apoye la posición solitaria de Sudáfrica, que presentó una denuncia contra Israel por genocidio. De modo prudente, Chile y México prefieren pedir la investigación de los acontecimientos a fin de aclarar la comisión de crímenes en territorio gazatí, por cualquiera de las partes, lo cual implica considerar el hecho de que Hamas mantiene en su poder rehenes judíos. La investigación debería comprender la acusación hecha contra Israel por Josep Borrell, nada menos que el canciller de la Unión Europea, de haber financiado al grupo Hamas para debilitar a la Autoridad Nacional Palestina y de boicotear durante 30 años la creación del Estado Palestino.

El primer ataque de Hamas, injustificable desde cualquier punto de vista, es explicable en el marco de la terrible opresión que ha sufrido el pueblo palestino por parte de los gobiernos israelíes que lo han hostilizado y so-bajado, además de irle arrebatando poco a poco parte del territorio que debería corresponderle.

Mientras la ONU no ha hecho nada para frenar el genocidio contra los palestinos, tiene la desvergonzada osadía de evaluar los derechos humanos en países subordinados a los intereses económicos que privan en el mundo, con una intención que parece dirigida solo a someterlos a esos intereses, en tanto que a Estados poderosos no se les exige responsabi-lidad por actos que constituyen verdaderas masacres y violaciones masi-vas a los derechos humanos.

México, en realidad tiene un problema de alta incidencia de la criminalidad organizada, pero no uno de derechos humanos en cuanto a algún tipo de actuación sistemática del Estado en contra de los derechos de las personas. Además, habría que evaluar los indicadores con los que la ONU evalúa, supongo que entre ellos no está el de masacrar al pueblo de al lado.

Una actitud congruente de los funcionarios de la ONU, tan celosos de cuidar el respeto a los derechos humanos, sería seguir el ejemplo de Craig Mokhiber, Director de la Oficina en Nueva York del Alto Comisiona-do de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien renunció precisamente por la impotencia de la ONU para detener el genocidio que, a la vista de todos, se comete en Garza. Como él, deberían dimitir todos los funcionarios que viven de explotar el tema de los derechos humanos y realizan sus evaluaciones cómodamente en Ginebra mientras miles de palestinos mueren o quedan mutilados en el peor crimen colectivo cometido en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial

Desde diversas partes del mundo se desplazan a Suiza misiones enteras de diplomáticos —no dudo que algunos aprovecharán para visitar una estación de esquí— con el objeto de dedicarse al divertimento de evaluarse unos a otros, mientras ocurre la tragedia en Gaza.

Denuncias de alto rango como las de Borrell y Mokhiber, y de naciones dignas como Sudáfrica, México y Chile, deberían señalar un nuevo derrotero para la Comunidad Internacional; pero temo que es poco probable que eso ocurra.

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