Bajo las agitadas aguas de las disputas políticas y las tensiones ideológicas entre la mayoría vencedora y una minoría ensimismada en la posverdad con que creó la ilusión de triunfar en un universo paralelo; en la tranquila profundidad donde se desenvuelve el día a día de la administración pública, hay acciones gubernativas que deberían suscitar el unánime reconocimiento. El jueves pasado me sorprendió gratamente conocer el conjunto de acciones en materia hidráulica de las que poco se ocupan los medios. Seguí con atención los reportes de distintos funcionarios sobre el avance en presas; acueductos; canales; distritos de riego y plantas de tratamiento que se realizan en distintas partes del país.

La importancia del tema es mayúscula ya que se trata, sin hipérbole, de una cuestión de vida o muerte. El cuidado del agua es vital. La sequía se ha extendido. Hay zonas de nuestro territorio en las que los pozos se secaron y carecen de agua hasta para beber. La gestión acuífera requiere una perspectiva transnacional, pues reviste un carácter complejo por las dificultades que implica la obtención del agua, su manejo adecuado, su distribución, su saneamiento y su aplicación a las distintas actividades productivas en las que interviene como un insumo, además del consumo directo por parte de las personas. Ello implica dificultades técnicas y costos económicos. Es conocida la conseja popular de que “dios da el agua, pero no la entuba.”

Existen otras situaciones que complican el problema, como el hecho de que los recursos acuíferos no están restringidos a las fronteras entre los países y muchas de las fuentes de agua son compartidas. Es un problema serio que requiere ser resuelto por la humanidad en su conjunto. Genera, naturalmente, gran preocupación que tiene raíces en un sentido de justicia y en una necesidad común de sobrevivencia, pero también suele ocurrir que la excesiva propaganda dirigida a incidir en los temores de la gente respecto de grandes males que puedan sobrevenir, se vincula con intereses económicos que buscan sacar ventaja de esos miedos y abrir oportunidades para obtener ganancias privadas.

Es preciso el enfoque público del asunto considerando las actividades necesarias para lograr una equitativa distribución entre las variadas regiones y las diversas necesidades que deben ser atendidas. Hay que desarrollar procedimientos que hagan posible transportar el agua desde sitios donde abunda hasta otros donde escasea. También se requiere contar con los procedimientos idóneos para su reciclaje, purificación y reutilización, e incluso perfeccionar técnicas como la desalinización del agua del mar, evitando cualquier exceso que pueda producir un desequilibrio ecológico.

La problemática expuesta requiere un enfoque tendiente a desvincular estos procedimientos de la propensión, impulsada por intereses económicos y financieros, a tratar de convertir al agua en una especie más de commodity, que se sujete a las leyes del mercado, no obstante que las prácticas ya ensayadas en ese sentido han tenido en general resultados negativos. Una tarea ingente de la doctrina jurídica y de las actividades políticas encaminadas a la solución de las necesidades de agua, es propiciar la comprensión de este asunto como una cuestión de servicio público integral en el planeta entero, a partir de su carácter de derecho humano.

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