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Pareciera que cada mes tenemos una nueva Lesvy, una nueva Abril, una nueva María Elena; ahora es el caso de Ingrid Escamilla, una joven asesinada por su pareja al norte de la Ciudad de México, y cuyo cuerpo fue desollado para desaparecer sus restos arrojándolos al inodoro y al drenaje de la calle.
Son casos que no tendrían por qué volver a presentarse de nuevo, pero por el contrario pareciera que cada nuevo caso sube un peldaño más en la escala de violencia; si ya es condenable que una mujer sufra maltratos o golpes, luego vienen los ataques en los que hay saña contra la víctima, como el arrojarle ácido en la cara, darle de golpes con un instrumento tan terrible como un bat de beisbol mientras se encuentra dormida o, como en el caso que ahora nos ocupa, no conformarse solo con provocarle la muerte, sino despedazar el cuerpo y arrojarlo al drenaje o a la basura, como si se tratara de desechos indeseables. A ello se deben sumar los múltiples casos de cuerpos femeninos sin vida dejados en la calle o en predios baldíos, muchas veces desnudos o semidesnudos, como una muestra de total falta de respeto por el cadáver, despojándolo de su último resquicio de dignidad.
El caso de Ingrid Escamilla sólo viene a confirmar la estadística de que 70% de las agresiones que se dan contra mujeres, provienen de su círculo cercano. Lo que nos dice que sin duda es un tema que involucra no solo a la seguridad pública sino también valores familiares y salud mental.
En este sentido cobra relevancia el esfuerzo que se implementará en el Estado de México, entidad en donde se registran las tasas más altas de agresión contra mujeres de toda la República y en la que durante el año pasado el feminicidio aumentó 7% y las violaciones 14%, con respecto a lo reportado durante 2018.
Se trata de un programa piloto que se pondrá a prueba en 11 municipios mexiquenses con alerta de género, mediante el cual se buscará detectar e inhibir conductas agresivas o violentas entre estudiantes de educación básica, que lo mismo permitirá atacar de forma temprana comportamientos no deseables como la violencia de género o incluso el bullying. Para ese objetivo se aplicarán cuestionarios cuyo posterior análisis arrojará conclusiones que permitirán emitir un diagnóstico pormenorizado sobre las problemáticas que aquejan a los alumnos en la infancia y la adolescencia, especialmente aquellos provenientes de hogares conflictivos, pues se ha visto que el mayor número de agresiones contra mujeres se dan al interior de los hogares.
Atajando estas disfunciones de manera precoz, es posible que evitemos formar hombres que se sientan con derecho de agredir a las mujeres.