Mientras en la mayor parte de la República la constante en la vacunación han sido las largas filas y las multitudes —incluso con protestas cuando gente se quedó sin inmunizar—, algunos puntos de la geografía nacional están llamando la atención por el aparente desinterés o la franca resistencia que hay entre sus pobladores por recibir la vacuna contra el virus del Covid-19.

En algunos casos han sido las propias autoridades comunitarias, como en poblaciones con autogobierno de la región tzotzil del estado de Chiapas, las que expresamente han prohibido a los habitantes acudir a vacunarse o hasta simplemente utilizar cubrebocas, dando razones que van desde que se trata de actividades ajenas a las costumbres locales o hasta a asegurar que lo que se inyecta no es una defensa contra la enfermedad sino que se inocula el virus mismo con la intención de enfermar y diezmar a la población indígena.

En el campo de las creencias, y en paralelo como ha ocurrido con numerosos avances médicos y científicos, hay quienes se oponen por motivos religiosos aduciendo que la vacuna va en contra de la voluntad y los designios de Dios, quien es el único que puede decidir quién vive y quién no.

En el terreno de rumores y noticias falsas, son múltiples las ideas esparcidas sobre supuestos daños generados por la vacuna o segundas intenciones que se buscan con la inoculación, como las presuntas ideas de control, esterilización, exterminio o espionaje sobre la población.

No es una situación restringida a México, se da en varios países alrededor del mundo, por lo que es importante actuar ahora que empieza un repunte de casos para que el sistema de salud no lo lamente en el futuro.

El riesgo de que por tradiciones, creencias, rumores o desinformación haya un importante sector de la población que no acuda a vacunarse contra el Covid, se convierte en motivo de preocupación porque estas personas podrían actuar como reservorio social para el coronavirus.

Para contrarrestar este escenario, las autoridades de salud están recurriendo a acciones urgentes como campañas de invitación multitudinaria, o haciendo énfasis en situaciones en las que se requerirá estar inmunizado, por ejemplo, al viajar al extranjero o como requisito para ser contratado en un empleo.

La autoridad tiene un importante reto, pues sin tratar de imponer la vacuna, deberá buscar derrumbar creencias, mitos y fake news sobre la inmunización y que se generen sentimientos de confianza entre la población. La ciencia ha demostrado que las vacunas no matan ni causan daño y por el contrario ayudan a que, en caso de contagio, la enfermedad no cause estragos severos ni sea necesariamente mortal.