Tras la jornada electoral del pasado 6 de junio, comenzó a circular un mapa de la Ciudad de México dividido en dos mitades de acuerdo a la preferencia electoral demostrada por los votantes, imagen que dio lugar a multitud de bromas y memes sobre una aparente división de la urbe en dos sectores que recordaban al Berlín posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Y es que más que ver esa división política que se quiso resaltar tras las elecciones, es de reconocer que sí hay una brecha que se ha mencionado y la misma se da en servicios, infraestructura, transporte, seguridad e incluso en espacios verdes.
Si se mira fríamente, se trata de una ciudad que hacia el poniente creció planeada, diseñada en el papel y tomando como inspiración el urbanismo europeo, mientras que el oriente, en cambio, se desarrolló de forma improvisada y autóctona, bajo soluciones de autoconstrucción, siguiendo los caprichos de la topografía o los usos ancestrales de cada barrio.
Asimismo, gran parte de la población que vive en el oriente se convierte en población flotante en el poniente, ya que encuentran trabajo ahí u oportunidades para satisfacer demandas o necesidades de los residentes de las zonas de clases medias o altas.
Pero en esta ciudad la marginación no está en guetos bien delimitados sino que convive a veces pared con pared, o resulta patio trasero de las zonas residenciales. Ahí están Santa Fe conviviendo con el viejo pueblo de Santa Fe; la Anáhuac y la Pensil a un paso de Polanco y Anzures; Perisur puesta a un lado de Padierna o la Isidro Fabela; y la Ciudad Universitaria insertada entre el Pedregal de San Ángel y el Pedregal de Santo Domingo, o Lindavista junto a Ticomán y Cuautepec, marcando así la diferencia pero a la vez la proximidad que hay entre suburbios y periferias.
Tras casi 25 años de gobiernos de izquierda autodenominados progresistas, la realidad es que no se ha hecho aún un avance significativo encaminado a borrar la división entre sectores ricos y pobres, aun cuando se han dado pequeños pasos para mejorar el urbanismo (metrobús, metro, cablebús, reacondicionamiento de algunas vialidades, nuevas ofertas educativas), todavía hay mucha distancia entre el oriente y el poniente.
La ciudad es plural y compleja y no una simple dicotomía de ricos y pobres, o de chairos y fifís, sino un conglomerado vivo de poblaciones interactuantes e interdependientes. Insistir en que existe una división que parte en dos mitades a la CDMX solo contribuye a actitudesde resentimiento y discriminación. Hay que pensarla, como señala el arquitecto Miquel Adrià, como un lugar para todos.