Un gran caos se suscita en el ámbito de la diplomacia cultural mexicana, que es la encargada de atender los asuntos de índole cultural que nuestra nación mantiene fuera del territorio nacional, así como los intercambios que en esa materia se tengan con otros países.
Por un lado está la salida del historiador y poeta Enrique Márquez de la oficina de Diplomacia Cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que marca un nuevo momento crítico para el gobierno de la Cuarta Transformación, toda vez que deja un trabajo inconcluso que no tiene de momento visos de continuación y que se une a la serie de renuncias que ha experimentado esta administración casi por la misma razón en todos los casos: la falta de un proyecto o de guía definidos —prácticamente se les pide a los funcionarios que improvisen sobre la marcha—, y la carencia de recursos bajo el argumento de la austeridad republicana, que en el caso del rubro cultural exterior se redujo a menos de una décima parte de lo que disponía en el sexenio anterior.
Por otro lado está la posible remoción de la escritora Brenda Lozano como agregada cultural para España, por declaraciones contrarias a la 4T, mismo que suscitaron severos cuestionamientos del presidente López Obrador para quienes ejercen la política cultural.
Cuestionó también a quienes han ejercido —dominado, dijo— en gobiernos pasados el servicio exterior mexicano y que a su modo de ver decidían y monopolizaban lo que hacía México en materia de política cultural dirigida hacia el exterior y sin ninguna restricción o freno presupuestario, ya fuera lo mismo para entregar premios o reconocimientos, o subvencionar todo tipo de actividades como exposiciones, libros, presentaciones, simposios, etc.
Quienes se encargan de los asuntos culturales en el servicio diplomático tienen bajo su tutela la representación de la imagen de México en el exterior, el apoyo a instituciones con misión cultural o educativa subvencionadas por México fuera del territorio nacional, la atención a convenios para intercambios en esta materia con otros países, la supervisión de actos culturales que se expongan fuera y hasta la vigilancia de que extranjeros no hagan mal uso de los símbolos nacionales o se burlen de usos, costumbres, personajes y otros elementos que se puedan relacionar de manera directa con nuestro país.
Es tiempo de poner orden en este ámbito y de dar a quienes lo ejercen apoyo y condiciones de trabajo dignos.