Décadas atrás los asaltos a sucursales bancarias eran uno de los delitos que más se cometían en el país. Con los avances tecnológicos, los bancos fueron adoptando medidas para desincentivar ese tipo de ilícitos y lo lograron hasta casi desaparecerlos. La vigilancia con cámaras y las aperturas retardadas de puertas, en combinación con comunicación en tiempo real con las autoridades han dado resultados. Pero uno de los factores que también influyó en ese cambio fue la transformación en la forma en que la gente utiliza el dinero. Se incrementó el uso del dinero electrónico y de las tarjetas. Es aquí donde la delincuencia ha operado en los últimos años, prácticamente a sus anchas.
Ahora ya no recurre solamente al correo apócrifo por medio del cual el banco solicitaba información confidencial sobre la cuenta de ahorros o de inversiones. Actualmente defrauda a miles de prácticas al año por medio de prácticas que llevan a usuarios a descargar aplicaciones en su celular o computadora con las cuales tienen acceso a los recursos monetarios de la víctima.
El modus operandi consiste actualmente en contactar vía telefónica al cliente para informar de un cargo por una presunta compra no autorizada por lo que buscan “corroborar la información”. Piden al cliente descargar aplicaciones que se encuentran en las tiendas de aplicaciones de los sistemas telefónicos más populares, lo que brinda al cliente certeza y confianza de que la llamada es real.
Incluso días después realizan una nueva llamada “para concluir el servicio de apoyo”, que no fue otra cosa que el robo de dinero. En uno de los casos documentados, a un cuentahabiente de 65 años le retiraron 15 mil pesos de su cuenta. El anzuelo de verificar cargos no reconocidos está presente en siete de cada 10 intentos de fraude, de acuerdo con datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia de la Ciudad de México.
Efectivamente, las instituciones bancarias han logrado contener los asaltos a sus sucursales, lo que ha significado que el crimen se enfoque de manera individual en los clientes, muchos de ellos ingenuos, que creen en la explicación que reciben vía telefónica. Es en ellos en quienes la autoridad, pero también los bancos, debe enfocarse para contener una práctica que roba miles de millones de pesos al año. Hay tarea por delante.