A través del Infonavit se conoce que de una población de 20.4 millones trabajadores mexicanos registrados ante el instituto antes de decretarse las medidas de contingencia tras confirmarse el arribo de la pandemia de Covid-19, más de 756 mil personas con empleo formal lo habían perdido a finales de 2020 y poco más de 4 millones de personas no tuvieron otra opción que aceptar una reducción salarial para mantener su fuente de trabajo y por ende su posibilidad de obtener ingresos.
La pandemia golpeó fuerte al bolsillo de los trabajadores y llevó a un descenso generalizado en los ingresos netos de las familias, no solo para quienes aceptaron reducciones salariales o recontrataciones posteriores, sino también para quienes se han incorporado ahora al campo laboral y se encuentran con un panorama de pauperización del empleo en donde se gana menos de lo que se ganaba a principios de 2020 haciendo el mismo trabajo.
Así, aunque paulatinamente se han podido recuperar parte de los empleos perdidos a raíz de la pandemia, los trabajadores se encuentran con salarios disminuidos que no hacen sino prolongar aún más la crisis para todos, al no haber el mismo dinero circulante en el sistema económico general.
Es una consecuencia de no haber dado incentivos fiscales, mismos que el gobierno también resentirá a través de una menor recaudación consecuencia de menores ingresos de trabajadores que, a través de deducciones y cuotas, constituyen contribuyentes cautivos.
Mientras gran parte de los países protegieron a sus clases trabajadoras y, por consiguiente, a su aparato laboral y su estructura económica, México se negó a apuntalar al sector productivo y los empleos, con las consecuencias que hoy están saliendo a la luz, que ya se sospechaban pero que lamentablemente se empiezan a confirmar.
El gobierno debe procurar su acercamiento con los grupos empresariales, toda vez que cuando alguno parece haberse dado, días después el mandatario hace declaraciones y se registra un distanciamiento entre ambos.
Asimismo, la actual administración gusta de presumir el aumento de las remesas que llegan desde Estados Unidos y lo toma como un logro de su gestión, pero eso es, como se dice en el argot popular, “hacer caravana con sombrero ajeno”. Depender de las remesas para estimular la economía, porque se explica que es dinero que llega a muchas de las familias más necesitadas, no es la mejor ni más deseable opción.
Lo ideal sería fortalecer lo más posible el sector laboral del país, a fin de que los mexicanos encuentren aquí no solo suficientes oportunidades de empleo, sino que sea digno, estable, formal, de calidad y bien remunerado.