La desaparición de un programa que había mostrado sus bondades no solo para mejorar el aprendizaje sino hasta para mejorar la calidad de vida de los alumnos, al brindarles el acceso a alimentos que, en muchos casos, quedaban fuera de la dieta de niñas y niños de zonas marginadas, es vista por diversos especialistas consultados por este diario como una aberración y una grave irresponsabilidad política.
Mientras un par de años atrás, un diagnóstico realizado por la Secretaría de Educación Pública reconocía la utilidad del programa desde el punto de vista educativo, así como una serie de beneficios concomitantes para los alumnos y sus familias, ahora se justifica la eliminación del Programa de Escuelas de Tiempo Completo de la SEP, para canalizar esos recursos al de La Escuela es Nuestra, mediante el cual supuestamente se entregaría dinero directamente a planteles con necesidades específicas, ya sea para subsanar carencias de equipamiento o para emprender obras de mejora de instalaciones.
Como primer secretario de Educación de la 4T, el propio Esteban Moctezuma reconocía las bondades del programa heredado de gobiernos anteriores y defendió su continuidad en el actual gobierno, pero con su salida de la SEP, el programa dejó de ser visto con buenos ojos, lo que llevó a considerar su desaparición, con efectos que diversos expertos prevén como desastrosos para el sistema educativo nacional.
Y es que trae no solo consecuencias para los niños, sino también para sus familias, especialmente para las monoparentales en las que la cabeza es una mujer que trabaja y que ahora requerirá acomodar sus horarios para la atención de sus hijos.
Los especialistas también ven como factor de inequidad educativa a nivel nacional el que algunas entidades de la República conserven el programa gracias a esfuerzos regionales, mientras que otros estados que no están en condiciones de hacerlo, se quedarán sin el beneficio, con el consiguiente rezago educativo.
Si en el proyecto de gobierno de la actual administración del país lo que se busca es mejorar el aprovechamiento escolar, así como cerrar la brecha entre la educación que reciben ricos y pobres, el cancelar programas que han demostrado su efectividad es un grave error que todavía está a tiempo de subsanarse. Una vez más, la solución de los problemas de la población se consigue con estrategias eficientes y no con simple reparto de dinero que solo busca lealtades clientelares.