Un segundo episodio en la guerra de acusaciones entre China y Estados Unidos por el desastre sanitario y económico que está sacudiendo al mundo entero a raíz de la pandemia de coronavirus surgida en territorio chino, ha hecho recrudecer la tirante relación entre ambas potencias que se culpan cada una a la otra, de estar mintiendo y engañando a la opinión pública global sobre el origen y la dimensión real del problema, apoyando al parecer sin sustento alguno la serie de teorías de la conspiración que circulan por todos los rincones del planeta.

Y es que independientemente del origen del Covid-19 y luego de que China, que por lógica debería ser la nación más golpeada por la pandemia, al parecer va a salir robustecida de la crisis y con un número relativamente reducido de bajas para el considerable tamaño de su población y el hacinamiento en que muchos de sus habitantes viven. Si bien el crecimiento del gigante asiático se frenó, no significa que aun así no vaya a tener números positivos en su desarrollo, no así para Estados Unidos, que enfrenta la epidemia como un duro golpe para su economía, del que tardará más tiempo en recuperarse.

Lo anterior llevará a recomponer el esquema geopolítico del mundo y hace surgir la pregunta sobre quién asumirá el liderazgo global tras la pandemia, no sólo económico o comercial, sino inclusive militar y hasta cultural.

Como considera el internacionalista Enrique Berruga: “Ante la crisis generada por el Covid, el mundo se debate en una carrera entre estos dos modelos o métodos para sortear la crisis, uno encabezado resueltamente por China y otro en forma reticente por unos Estados Unidos que a fuerza de mirar hacia adentro, venía perdiendo espacios y vocación de liderazgo internacional. China tiene la ventaja de mirar a largo plazo por su sistema político. Pero también tiene la gran desventaja de los liderazgos unipersonales y la rigidez social e intelectual que traen invariablemente aparejados. Occidente tendría cierta ventaja por su natural capacidad de adaptación y la flexibilidad de sus sistemas políticos, amplitud de pensamiento, libertad de academia y de expresión. Esta rivalidad que ha desnudado la pandemia, la determinarán más claramente las sociedades, la comunidad científica y la capacidad de innovación y agilidad que demuestren que las acciones de los gobiernos, limitados como están para proveer servicios sanitarios, paquetes de estímulo económico o incluso emprender acciones bélicas contra un enemigo que es literalmente microscópico. La pandemia está dando pie a tenencias autoritarias en unas partes del mundo y a mostrar la poca altura de miras de quienes buscan beneficios electorales. Hay que pensar en la siguiente generación, no en la siguiente elección”.

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