La gresca estalló en las gradas del estadio Corregidora cuando habían transcurrido unos 10 minutos del segundo tiempo del encuentro entre los locales Gallos Blancos, de Querétaro, y los rojinegros del Atlas. Al minuto 62 las puertas que dan a la cancha fueron abiertas en un intento desesperado de que los agredidos se alejaran de la riña por medios propios. Lo que siguió fueron escenas de horror y barbarie.

Aficionados golpearon cuerpos desnudos que yacían ensangrentados y sin movimiento en el suelo. Un total de 26 personas se encuentran hospitalizadas, algunas con pronóstico grave.

No es la primera vez que ocurre un enfrentamiento entre aficionados de dos equipos, ni en México ni en el mundo, pero lo que sobresale de lo ocurrido el sábado es la saña de agredir a quien está vencido. Violencia y odio exacerbados en un país que todos los días conoce de odios y de hechos violentos.

La responsabilidad de los hechos recae en varios. De inicio, los elementos de seguridad desplegados actuaron sin la menor lógica en una situación que requería estrategia para evitar que se incendiara la pradera; en seguida, los clubes deportivos, que no han hecho realidad deslindarse de las llamadas barras. Todos fueron rebasados.

En materia legal, desde 2014 hay elementos que el Poder Legislativo aprobó para tratar de contener las batallas campales en los estadios. La norma dice que se castigará desde seis meses hasta cuatro años de prisión, y de 10 a 60 días de multa, a quien participe en riñas dentro de los estadios. Hasta ahora es letra muerta.

Llama la atención y genera sentimientos de desazón confirmar que los principales agresores son jóvenes. ¿Así es su cotidianidad? ¿Tienen o tuvieron oportunidades de educación o de trabajo digno?

La falta de cultura cívica, que promueve, entre otras cosas, el respeto a los demás y la prevalencia de un estado de Derecho para resolver problemas, queda prácticamente abolida ante la realidad nacional donde impera la impunidad.

El llamado a la reflexión es obligado para que las medidas que se tomen no queden olvidadas en el próximo hecho de violencia. Una lección debe quedar de estos hechos.