Triste que México sea tan peligroso como Afganistán para ejercer el periodismo, y más suponiéndose que el nuestro es un país en tiempo de paz y con un régimen democrático, paradoja que lo hace doblemente preocupante.
En este año, 9 periodistas mexicanos fueron privados de la vida de forma violenta, y en tres de los asesinatos se ha podido comprobar que se debió directamente por las investigaciones periodísticas que realizaban.
Y si bien las cifras difieren al hacer el recuento total en los reportes hechos por las distintas organizaciones que se encargan de registrar las muertes y ataques contra periodistas en el mundo, en todas México se sitúa vergonzosamente en situación puntera, al lado o superando a países en estado de guerra civil o bajo el yugo de regímenes dictatoriales o de fuerte restricción a las libertades y los derechos humanos.
No se puede alegar que lo expuesto por estas organizaciones sean datos o enfoques exagerados, toda vez que provienen de organismos neutrales, sin ningún interés por desacreditar o cuestionar al gobierno en turno para obtener o mantener beneficios, como es la queja frecuente que se hace en México contra los comunicadores que protestan o expresan desconcierto por la situación en la que se encuentra su oficio.
Y es que en México el periodismo se ejerce entre varios fuegos: por un lado el gubernamental con una campaña de descalificaciones y linchamiento público que se efectúa desde la Presidencia de la nación, y por otro el embate de los diversos grupos delincuenciales sobre los informadores que dan a conocer sus actividades. Y por si faltara, también está la presión de una crisis generalizada sobre las fuentes de trabajo de los periodistas, con una caída en circulación e ingresos, que ha llevado a ciertos medios a desaparecer o reducirse a su mínima expresión, y a los restantes a replantear su modelo de negocio.
A la par, grupos con poder económico también suman su carga de presión sobre los medios cuando son denunciados o cuestionados por los negocios que realizan o por los daños ambientales, laborales, sanitarios o sociales que causan con sus actividades.
Una racha de años consecutivos de violencia contra periodistas en México pulverizan cualquier discurso oficial en favor de la libertad de prensa y de la protección al gremio de la comunicación. Es hora de replantear qué es lo que ha llevado a hacer del periodismo una profesión de riesgo en nuestro país, para protegerla y redignificarla.