La petición de recorte en el presupuesto electoral y en el reparto de gasto a las organizaciones políticas que contienden en elecciones ha sido una de las exigencias ciudadanas más reiteradas durante varios sexenios, pues la percepción social sobre los partidos políticos es, para muchos, que se trata de un gasto oneroso o, en el mejor de los casos, innecesario para la mayor parte de los habitantes de México. Ahora finalmente, tras décadas de promesas de reducir el gasto que el Estado otorga al sostenimiento de partidos políticos que, en teoría, deben representar los diversos intereses y posturas de pensamiento de la sociedad mexicana, el próximo martes se estaría en posibilidad real de comenzar el recorrido legislativo para reducir a la mitad el presupuesto general que se dispenda a estos organismos políticos, toda vez que entre sus integrantes y representantes hay consenso para que esta iniciativa se plasme constitucionalmente y se lleve a los hechos el próximo año.

Se ha repetido innumerables veces que el voto en México es uno de los más caros del mundo, en tanto por el número y tamaño de sus partidos políticos, como por el elevado índice de abstencionismo que prevalece entre los votantes mexicanos, quienes se abstienen de ejercer su derecho a elegir a sus gobernantes y representantes ante una creciente desconfianza y nula credibilidad hacia los candidatos y las organizaciones que los postulan, amén del agudo descreímiento en la propia fiabilidad del sistema electoral nacional.

En tanto, cuando se ha mencionado la posibilidad de reducir el presupuesto que se destina a los partidos, la principal preocupación expresada en contra por los representantes de los partidos políticos con registro ante el Instituto Nacional Electoral, ha sido la de proteger la equidad en las contiendas electorales. Y si bien en tiempos recientes ha habido iniciativas de los propios organismos políticos para regresar parte del dinero que se les asigna y hasta promesas de varios de sus integrantes para reducirse el sueldo y recortar varios de sus gastos, lo cierto es que no ha pasado de ser sólo una intención que no había podido ser formalizada.

De la posible reducción presupuestaria, todavía queda pendiente que se defina si el reparto del gasto subsistente se hará de forma equitativa, como lo han expresado algunos, o en una modalidad mixta en la que haya una distribución básica de presupuesto y una compensación extra según el número de votos que cada partido pueda recabar.

En tiempos de austeridad republicana, es de esperar que el costo de sostener a partidos políticos se emplee mejor en las necesidades más apremiantes que tiene la población mexicana en cuestión de salud, seguridad o educación, tan sólo por mencionar las necesidades más demandadas.

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