El destino de un migrante es incierto por las situaciones que deben enfrentar. Salen de sus lugares de origen huyendo de la violencia para ser presa de autoridades corruptas de otras naciones, de la violencia de agentes fronterizos, de la burocracia de oficinas migratorias, del clima extremo, de la discriminación y, por si faltara algo, también son blanco de grupos criminales.
Quienes llegan a la frontera norte mexicana —el último tramo en su ruta a Estados Unidos— lo hacen prácticamente sin dinero, pero decididos a dar el estirón final para cumplir su meta. Valiéndose de esa necesidad, traficantes de droga ofrecen apoyarlos de manera “gratuita” a cambio de trasladar mochilas con hasta 30 kilos de sustancias prohibidas.
En este punto, el panorama que los migrantes tienen enfrente es probablemente el más peligroso de los miles de kilómetros que han dejado atrás. El ingreso a territorio estadounidense se da a través de una zona desértica en la que los riesgos son las temperaturas de 50 grados, la falta de agua y las mordeduras de serpientes venenosas.
Con el fin de “ayudarlos”, las bandas delictivas les proveen de uniformes para camuflajearse en el desierto y tratar de pasar desapercibidos ante la Patrulla Fronteriza estadounidense.
Organizaciones de apoyo a migrantes intentan convencerlos de que desistan por medio de volantes y de advertencias directas de que es “difícil” y de que “no hay suficiente agua” en el camino para resistir. Distribuyen mapas de la zona llenos de puntos rojos con los sitios en donde han encontrado cuerpos sin vida en los últimos años. Los reportes de esas asociaciones son de casi 4 mil muertes en esa zona en dos décadas.
Mientras muchos perderán la vida en el largo trayecto, todavía no hay frutos de las promesas surgidas de gobiernos de la región (Estados Unidos, México y Centroamérica) para contener los éxodos masivos con inversión, trabajo y apoyos en las zonas expulsoras de migrantes. Cuanto más tarden en concretarse, más se acumularán las malas noticias en las que los migrantes son protagonistas y los grupos criminales extorsionándolos y usándolos para su beneficio, sin que alguien haga algo para impedirlo.