La división que prevalece en la sociedad en torno al gobierno federal y sus acciones, ha comenzado a causar el efecto que no se deseaba: el de la violencia generada por las diferencias ideológicas.
A los periodistas se les está colocando en medio de un encono que se agudiza cada vez, quedando en una brecha presionada entre el populismo y la extrema derecha.
Si bien la agresividad ha aumentado progresivamente en las redes sociales entre quienes apoyan el actual gobierno y quienes lo cuestionan, aun así y pese a lo intenso y crudo de los insultos que ya no encuentran ninguna contención, llegando en algunos instantes a lindar en un claro acoso contra periodistas y columnistas específicos, hasta hace poco se podía decir que los roces no pasaban más allá de las pantallas de computadoras y celulares.
Una columna reciente de nuestra colaboradora Maite Azuela llevó a que el líder de FRENAAA la acusara a ella y a este diario de recibir línea por parte del presidente López Obrador, lo que muestra el grado de polarización al que se está llegando y en donde comienzan a confundirse ya las líneas divisorias, pues mientras para unos El UNIVERSAL está del lado de los adversarios al régimen de la 4T, para otros, como en el caso de FRENAAA, el diario es visto como aliado del gobierno.
Asimismo, el jueves pasado se dio también el ataque físico contra una reportera de EL UNIVERSAL, cuando recababa información para redactar su nota. La ira ya no se limitó a las agresiones verbales (que conllevaron además acusaciones de ser infiltrada del gobierno), sino que incluyó además golpes y empujones hacia su persona por parte de hombres, sin importar que se tratara de una mujer ni su oficio de informadora.
En una coyuntura en que convergen por un lado las demandas por la libertad de expresión y por otro el cese de la violencia de género, es de lamentar que el encono político que vive México lleve a ahondar aún más esas dos deplorables condiciones y detona una señal de alerta, ya que es sin duda el paso previo a un linchamiento físico, que ojalá nunca se concrete y que las aguas regresen a su cauce.
El que se den ya una serie de ataques deliberados contra la prensa y el derecho a disentir, hace preguntarse cuánta violencia más habrá que aguantar en esta embestida de una sociedad en polarización creciente, cuya división se agudiza con cada día que pasa y que desde el poder se fomenta. Ha llegado la hora de revertir la tendencia y apostar por la civilidad.