En este momento en muchos laboratorios del mundo hay una investigación incesante para encontrar una vacuna contra el Covid-19, aunque pasarán varios meses antes de que el descubrimiento sea una realidad.
Cuando eso ocurra, ¿cómo debería compartirse el avance médico? ¿quedaría en manos de un laboratorio privado o de un gobierno? Se requiere un protocolo global para ponerse en marcha en el instante en que se anuncie el hallazgo, con el fin de evitar que la protección contra el coronavirus sea solo el privilegio para unos cuantos.
Esta discusión apenas comienza a abordarse en la escena global, pero no está exenta del juego geopolítico. Durante la 73 Asamblea Mundial de la Salud, China y Francia coincidieron en que la vacuna debe ser un bien público mundial al alcance de todos. En esta cruzada, sin embargo, no todos han cerrado filas.
Los esfuerzos gubernamentales dispersos se convierten en obstáculos para encontrar soluciones ante la mayor crisis sanitaria vivida por el mundo en el último siglo.
En esta coyuntura la Organización Mundial de la Salud y la Organización de Naciones Unidas están obligadas a tomar la batuta y marcar la ruta del beneficio colectivo de los avances en vacunas o medicamentos contra la enfermedad.
Ambas instancias deben traducir en hechos concretos la resolución adoptada en abril, a propuesta de México, de garantizar la Cooperación internacional para asegurar el acceso global a los medicamentos, vacunas y equipo médico necesario para enfrentar la pandemia de coronavirus.
En las últimas décadas los países del mundo privilegiaron alianzas económicas, políticas y comerciales, pero la ciencia nunca representó una materia de interés.
En la actual situación solo la cooperación científica puede generar esperanza de un rápido control del virus. La revaloración de la ciencia es indispensable. Está demostrado que puede ser clave entre la vida y la muerte.