La forma en que cada uno está experimentando y manejando el confinamiento se convierte en un auténtico reto al equilibrio psicológico, especialmente cuando los individuos son puestos a convivir con otros que acrecentan la tensión con sus propios miedos y fobias, o cuando sostienen posiciones de descrédito a lo que está sucediendo y de franca apatía para someterse a nuevas reglas de convivencia social, incluidas las medidas sanitarias que posibiliten reducir la factibilidad de un contagio en medio de la actual pandemia de coronavirus.
El encierro por cuestiones de confinamiento sanitario, aun cuando se acata de forma voluntaria, contribuye el estrés, a la incertidumbre a lo que vendrá, a la angustia de que se pierda el delicado balance que permitía tener una familia, un ingreso, un trabajo, un círculo de amistades, aunque ciertamente estos tiempos de modernidad nos permiten estar aislados pero no incomunicados.
Reto especialmente difícil para quien vive en espacios reducidos, en hacinamiento o sin vista al exterior, lo cual aumenta todavía más la sensación de encierro. Todo ello abona para que mucha gente desarrolle depresión y o el miedo colectivo.
Se tiene que aprender a lidiar con la frustración y la incertidumbre que el aislamiento genera. Se debe estar alerta a efectos colaterales y nocivos que pudieran aparecer, como las adicciones o el alcoholismo, entre quienes no sepan manejar el encierro. Así como también estar pendiente a los que, por ocio, dediquen su tiempo a difundir información falsa que lo único que lleve es que otros entren en rebeldía contra las medidas de confinamiento o en pánico.
Habrá que hacer un balance y empezar a tomar en consideración también el factor de la salud mental a la par del aspecto epidemiológico, especialmente en el caso de los niños y del daño o las repercusiones que deja en ellos el confinamiento, en especial si están inmersos en un ambiente de violencia intrafamiliar o si sus hogares están lejos de representar un nicho de armonía. Por lo anterior, tendrán que comenzar a relajarse algunas reglas o replantearlas, previa condición de que se acaten y cumplan las actualmente vigentes. Esa va a tener que ser una consideración al momento de querer emprender el regreso escalonado de actividades y la vuelta a la cotidianidad.