Es difícil de imaginar que en el siglo XXI —y en medio de la mayor emergencia sanitaria— haya localidades en México que no cuenten con el servicio de un médico. Una de las comunidades que acaba de salir de esa situación es la de Xocoyolo, en Puebla, pues desde el 14 de julio tiene por primera vez un dispensario donde atiende una doctora. El logro no es una concesión gubernamental sino producto de los habitantes, que aportaron recursos propios para tener un acceso digno a la salud.
Aunque por varias semanas y meses lograron mantenerse al margen de los contagios, las poblaciones indígenas actualmente están sufriendo el embate del Covid-19. La problemática ha encendido alertas entre los expertos. Cifras oficiales señalan que, en los 623 municipios que la Secretaría del Bienestar considera indígenas, se han reportado por lo menos 15 mil 390 casos confirmados de coronavirus, desde el inicio de la pandemia y hasta este fin de semana. Los fallecimientos ascienden a mil 882, lo que arroja una tasa de mortalidad de 12%, por arriba de la media nacional de 10%.
El gobierno tiene presente que el derecho a la salud no está totalmente garantizado en las zonas rurales e indígenas. Hace un año el presidente López Obrador reconoció que quienes viven en las grandes ciudades como Monterrey, Guadalajara o la capital del país tienen la ventaja de tener acceso a una mejor atención médica, a diferencia de los habitantes de comunidades de Chiapas, Oaxaca y Guerrero. Por ello, planteó que a los médicos que decidan ejercer en comunidades rurales se les otorguen mayores incentivos, en principio una mejor remuneración.
Una de las claves para avanzar en la eliminación de los dos Méxicos que produce la grave desigualdad es otorgar servicios de salud accesibles y de calidad a las regiones de mayor pobreza.
Se trata de una situación que no debe olvidarse una vez que se supere la emergencia sanitaria, por el contrario, es momento de que reciba la mayor atención. Para los más vulnerables se trata de una cuestión que puede representar vivir o morir. No hay que olvidarlo.