Casi una tercera parte de las escuelas del Estado de México, en el esquema de Tiempo Completo, son sostenidas con aportaciones de los padres de familia para compensar la cancelación de ese programa educativo, por lo menos en la parte del servicio de alimentación, por lo que se han visto obligados a financiar los comedores instalados en unos 400 planteles mexiquenses.

Son padres a quienes las escuelas de tiempo completo beneficiaban sobremanera, en especial para quienes trabajan y no pueden estar en ciertos horarios para recoger a sus hijos a la salida de la jornada educativa, por lo que ahora tratan con mucho esfuerzo de no cortar programas como éste que aportaba calidad a la preparación académica de miles de niños.

Es de ponderar la organización que estos grupos de padres mexiquenses se han dado para poder cumplir estos objetivos, ante un gobierno que está dando la espalda al pueblo y planta oídos sordos a las peticiones y exigencias que le hacen las familias que, sin ambiciones o intenciones políticas, solo buscan que se satisfaga una necesidad específica: mantener el programa de escuelas de tiempo completo.

También es de encomiar la participación de los maestros que, por su compromiso vocacional, están cubriendo los horarios extras de forma voluntaria. Por su parte, la Secretaría de Educación estatal está permitiendo la continuación del servicio en algunos de sus planteles, pues es consciente del valor que para las familias mexiquenses tiene el esquema de escuelas de tiempo completo, así como de su calidad y eficacia pedagógica y social.

Y si bien desde el gobierno federal se asegura que el programa La Escuela es Nuestra canalizará los recursos económicos directamente hacia los padres de familia, supuestamente acabando con prácticas nocivas que el esquema anterior había propiciado, los padres se ven por mientras en la necesidad de subsidiar e invertir tiempo en una educación para sus hijos, que solo en el papel se sabe que es pública.

Hay que recordar que si en décadas pasadas en cierto modo tuvieron que cubrir carencias en las escuelas a través de donativos o cooperaciones “voluntarias”, ahora la cancelación de programas que han mostrado tener efectividad, hace retornar a esas prácticas que se aseguraba ya habían logrado ser desterradas.