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En los naufragios, la consigna de salvamento era “Mujeres y niños primero”, a la vez que se decía que el capitán debía hundirse con su barco. El gobierno de la 4T dice “Primero los pobres” y a ellos es a quienes destina sus programas de ayuda en la crisis. Ahora, en plena pandemia por el Covid-19, se presenta un dilema ético en el que, ante un eventual desborde de la demanda sobre la capacidad hospitalaria disponible, se proponía privilegiar a unos pacientes por encima de otros.
Lo lógico es que se diera el mismo cuidado a todos y el único criterio de atención fuera el orden en que fueron presentándose los casos, pero incluso en condiciones de normalidad sanitaria las salas de urgencias establecen prioridades ya que no todas las emergencias son iguales y hay unas más críticas que otras, así que quien llega con una herida se le atiende de inmediato y se hace esperar a quienes ya estaban ahí por una fiebre alta o un dolor constante. De ahí que se entienda que dar preferencia de trato en una emergencia es un acto si bien discriminatorio, a la vez necesario.
Pero es difícil para el personal de salud tomar decisiones cuando escasea el equipo médico que puede salvar una vida. ¿A quién darle la prioridad? Lo apropiado entonces es contar con una guía que no es sino un protocolo de actuación ante situaciones críticas —como la escasez de equipo que se prevé se presente en algún momento cuando se dé el pico de la pandemia y que lleve a la saturación de los servicios de salud—, pero la forma en que se dio a conocer una primera versión de las acciones a seguir en las que se debía privilegiar a enfermos jóvenes sobre otros de mayor edad o con condiciones agravantes previas, probablemente no fue la mejor.
Para enmendar el desatino, el Consejo de Salubridad General emite un nuevo proyecto de Guía para asignación de recursos médicos en situación de contingencia, en el que esta vez no se prioriza a unos pacientes sobre otros, especialmente bajo un criterio de edad o de condición concomitante de salud, aunque sí aplicará sistemas de evaluación fisiológica en la que en base al puntaje que alcance un paciente en escalas internacionales preexistentes, se determine a los candidatos a recibir cuidados de medicina crítica.
Hay maneras de comunicar las decisiones complejas a tomarse en una sala de terapia intensiva. Debe predominar el debate previo y la socialización de los acuerdos de manera transparente en beneficio de todos y con el objetivo único de salvar el mayor número posible de vidas.