Parecía obvio e inevitable que en una nación con amplia desigualdad como México, la pandemia no golpearía de manera similar a toda la población del país. Al principio de la emergencia se dijo que el riesgo sería similar para la población completa porque todos estamos en el mismo océano, pero de inmediato se precisó que no todos tienen el mismo barco para sortear la tempestad.

La situación quedó manifiesta tan pronto inició el confinamiento y se decretó la suspensión de actividades esenciales a finales de marzo. No todos pudieron permanecer en sus casas. Aquellos que viven de sus ingresos diarios se enfrentaron a la disyuntiva de morirse por Covid o morirse de hambre.

Un estudio reciente del Banco de México viene a confirmar lo que era inminente: la región con mayor atraso social en el país es la que recibe los mayores impactos de la pandemia. El análisis menciona que la emergencia encareció el precio de los alimentos en el país, pero a quienes más afectó fue a las personas de menores ingresos, principalmente a las de los estados del sur.

Entre febrero y octubre de 2020 el costo de la canasta básica de alimentos se incrementó 2.2% a nivel nacional, pero en la región sur-sureste (Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán) el precio de la canasta se incrementó 5.1%, más del doble del dato nacional. El sector más perjudicado, refiere el estudio, fue el de menos ingresos.

Por el incremento en el precio de los productos que componen la canasta básica, el banco central estima que la población nacional dejó de consumir un promedio de 59 calorías diarias, pero en el sur —nuevamente— los habitantes de esta región disminuyeron un promedio de 97 calorías en su dieta.

Conforme avanza el tiempo se conocen más los estragos que la pandemia deja en la población. No se trata solo de pérdida de vidas, sino también de secuelas de quienes padecieron la enfermedad y la superaron; además de afectaciones a la salud mental para quienes el confinamiento ha resultado una carga demasiado pesada o para quienes han visto de cerca la gravedad de la enfermedad en sus seres queridos, sin olvidar los daños a la economía nacional y a los bolsillos de las personas.

Ahora se sabe que como consecuencia de la crisis económica propiciada por el Covid, está disminuyendo la ingesta de nutrientes en una región específica, la región cuya pobreza es casi ancestral. La brecha social seguramente se ampliará tras la pandemia. No hay que esperar a que se vuelva realidad. Los más vulnerables no la están pasando bien.

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