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El llamado para las mujeres es una oportunidad única. Ellas se han dado a sí mismas la chance que sus predecesoras nunca tuvieron. Pero el de ahora es un movimiento feminista con una fuerza inusitada, nunca vista, quizá ni siquiera se le acerquen otros del siglo pasado como el que se dio por el acceso de las mujeres a todos los niveles de educación, al trabajo en igualdad de condiciones y retribuciones o la conquista por el derecho al voto —lucha que tuvo que librar cada grupo de mujeres país por país—, o incluso los de liberación sexual de los años 60, impulsados en mucho por el desarrollo de los métodos anticonceptivos a nivel global.
La más reciente de estas luchas había sido la demanda por el derecho a la despenalización del aborto, con lo que ganan no sólo la garantía de no ser perseguidas, sino también les permite tener acceso a una atención médica segura.
Pero lo que no estaba en el radar de la clase política, era la olla de presión de la violencia machista. Llegó, entonces, como indignación generalizada, la exigencia por el cese a la violencia que se ejerce contra ellas, detonada por una serie de desapariciones, torturas, violaciones y asesinatos crueles cometidos por monstruos que, por desgracia, parecieran cada vez más impunes.
Nunca antes mujeres de todas las clases sociales tuvieron la oportunidad de intercambiar opiniones y experiencias con otras en prácticamente todos los rincones del mundo. La facilidad de la comunicación en el siglo XXI ha permitido canalizar más rápidamente la indignación. Es gracias a esto que el performance —originalmente nacido en Chile— de “Un violador en tu camino”, fue representado también en México, Madrid, Berlín, París o Washington.
Hoy ellas también conocen las batallas que libran mujeres como Malala Yousafzai, Greta Thunberg o Lydia Cacho, por hacerse escuchar, denunciar y expresar lo que está mal en un mundo predominantemente masculino, aunque sean ellas la mayoría en el planeta.
Este es el momento de demostrar que las mujeres que han alzado su voz contra la violencia y la discriminación de género, no constituyen una horda de inconformes instigadas o financiadas por grupos con oscuros intereses políticos, sino un movimiento con causas legítimas que se da a sí mismo la oportunidad histórica de demostrar a los escépticos que están en el poder —con su presencia masiva el día 8 y su ausencia total el día 9— que están equivocados al creer que detrás de su noble causa hay mezquinas motivaciones ocultas. Nada más falso.
Es el momento de gritar ¡Ya basta! El país entero, y también el mundo, están a la expectativa.