Mientras en Europa y Estados Unidos han pasado ya de la simple preocupación a la toma de medidas más contundentes frente a la variante ómicron del Covid, México todavía parece estar confiado en que esta no implicará una nueva ola que podría tomar desprevenidos a los mexicanos que han relajado todas las medidas de protección.
En EU, el presidente Biden expresa su confianza absoluta en la vacunación y hace declaraciones con un ánimo triunfalista cuando en realidad falta más de la tercera parte de los estadounidenses por vacunar. No obstante, su país ha iniciado una preparación especial para tratar en la medida de lo posible la contención de ómicron, a la par de que destinan recursos tanto humanos como sanitarios y económicos para tal fin e incluso disponen fuertes cantidades de dinero para organismos de la ONU relacionados con la lucha contra el Covid.
En tanto, la nueva variante ha llevado a Europa a declararse en alerta máxima al estar presente ya en 38 de los 53 estados de la región europea de la OMS y emprender nuevas restricciones de movilidad, confinamiento y retorno al home office, además de la cancelación en algunos países de las reuniones y festejos navideños.
Sin embargo, y una vez más, el subsecretario de Prevención de la Salud, Hugo López-Gatell, minimiza el riesgo y se apresura a aclarar que las medidas propuestas por la OMS solo aplican para Europa, aun cuando ya en México se han podido certificar 25 casos de la variante en nuestro territorio, lo que indica que podría haber muchos más sin detectar.
La pregunta es si acaso México no está subestimando el riesgo latente, sobre todo cuando el propio gobierno está convocando a eventos masivos o atracciones a las que acuden multitudes, olvidando que hace un año fueron las reuniones y festejos de estas fechas el principal foco de propagación de contagios, que hicieron un mes después casi inmanejable la pandemia.
Y es que en este sentido parecen haberse olvidado ya los hospitales saturados y el peregrinar en busca de recargas de oxígeno o de la escasez de tanques para hacerlo, y que hicieron de la segunda ola un calvario peor de lo que fue la primera.
Pero las autoridades de salud parecen apostar a que por sí sola la vacunación ya lograda entre la población hará el milagro de detener a ómicron y hacer realidad lo que hasta ahora no parece más que una simple declaración de fe: que la variante en realidad es débil y no mortal. Ojalá fuera así.