Celebrado ayer por primera vez de manera virtual, el Día Internacional del Orgullo LGBT+ que se conmemora hoy 28 de junio, volvió a servir de recordatorio de que aunque cada vez hay más aceptación, es aún arduo y largo el camino por alcanzar la plenitud de derechos civiles y humanos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, cuyas demandas aún están muy lejos de atenderse o satisfacerse.
A pesar de que por la contingencia sanitaria por el Covid-19 no hubo ayer marcha para expresar el orgullo que sienten como comunidad —una de las más unidas, por cierto—, sí amerita recordar que se trata de uno de los sectores de la sociedad todavía hoy más golpeados y objeto de una aguda discriminación que a muchos de sus integrantes les ha costado incluso la vida, al punto de que estas personas, estadísticamente, tienen una expectativa de vida muy corta en América Latina, región en donde México está en un bochornoso segundo lugar entre los países donde se cometen más homicidios de mujeres transgénero, solo después de Brasil.
Si bien México está afortunadamente lejos de otras naciones en los que la homosexualidad y otras expresiones de diversidad sexual están proscritas por el Estado o las religiones, tampoco está cerca de legislaciones más abiertas y protectoras en términos LGBT+ que han adoptado naciones del Primer Mundo.
Respeto es una palabra que en nuestro país requiere un enorme redimensionamiento cuando se relaciona con la comunidad LGBT+, y a la cual todavía una gran parte de la sociedad le aplica lamentablemente su antónimo, el hostigamiento, dado que también la homofobia podría considerarse una terrible pandemia que recorre al planeta, con mortales efectos pero para la que afortunadamente sí hay una vacuna, la de la educación. Pugnemos por un México en donde el rechazo, la represión y los prejuicios sean las conductas que se consideren como lo verdaderamente anormal. La diversidad sexual ciertamente no lo es.