Las tensiones suscitadas entre el gobierno de México y el interino de Bolivia, por el asilo político otorgado al expresidente boliviano Evo Morales, parecen escalar un nuevo nivel al conocerse la postura de la ministra de Relaciones Exteriores de esa nación, Karen Longaric, quien abiertamente señala que el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador está contribuyendo a la desestabilización boliviana y ataca directamente al Estado de derecho y la democracia en ese país sudamericano.
En una entrevista que se reproduce en estas páginas, la funcionaria boliviana deploró la que a su juicio es una postura del presidente López Obrador no guiada por principios de ética sino por afinidades ideológicas que pasan por encima del interés de ese pueblo de América del Sur. Lamentó en especial que se brinde protección en la embajada de México en La Paz a cinco dirigentes del MAS (Movimiento al Socialismo) que son requeridos por delitos del fuero común, lo que no los hace beneficiarios del estatus de asilados políticos.
La confrontación con Bolivia se inició luego de las acusaciones de la proclamada presidenta Jeanine Añez, en el sentido de que nuestro país ha dado facilidades a Morales para usar a México como su centro de operaciones contra el gobierno que le ha sucedido tras su renuncia. Ahora la canciller Longaric hace un llamado para que López Obrador se apegue a los principios de la Doctrina Estrada que hicieron célebre en el plano internacional a la diplomacia mexicana en el siglo pasado.
No obstante hay que reflexionar que tal doctrina, marcada por el principio de la neutralidad, tenía mucho sentido en un mundo bipolar, en el que era fuente de problemas alinearse con uno de los dos bandos (imperialista o socialista) en los que el planeta se hallaba dividido ideológica y económicamente. Para nuestro país, tomar bando resultaba especialmente difícil por su cercanía geográfica con Estados Unidos y la posición de liderazgo que ejercía con respecto a América Latina, especialmente durante la etapa de dictaduras por las que pasó la región.
Ahora, el mundo es muchos más complejo que la bipolaridad existente hace 30 o 40 años. México enarbola una política de no intervención y de respeto a la autodeterminación de los pueblos, pero la realidad es que el gobierno de nuestra nación sigue decantando su simpatía ideológica por el bloque que conforma el grupo ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe), sin embargo tampoco es el momento para que nuestro país busque acomodarse en un mundo como el que prevalecía en las décadas de los 70 u 80, pues ahora mantiene otra calidad de relaciones e intereses de una gran diversidad con distintos países. Es tiempo de darse cuenta que el juego internacional ha cambiado.