Con el cambio de gobierno en Estados Unidos, despierta curiosidad saber cómo quedará la relación de México con esa otra potencia comercial internacional que representa China, y sobre la cual nuestro país sigue recibiendo advertencias estadounidenses para no comerciar con ella, bajo el argumento de no respetar prácticas comerciales ni acuerdos de protección del medioambiente, y de que incluso se desconfíe de ella en el ámbito de las telecomunicaciones, por ser foco de espionaje.
En el comercio y las relaciones internacionales, si bien Estados Unidos es y seguirá siendo el principal socio comercial de México, es sano que en el plano internacional existan contrapesos para economías del tamaño de la norteamericana, aunque en el caso chino se trate de un régimen no democrático y cuyas empresas, presentes ya a lo largo y ancho del mundo, despierten entre los gobiernos occidentales de Norteamérica y Europa suspicacias sobre si desde aquéllas se esté efectuando espionaje (tanto comercial como político) o si actúen como puntos de avanzada para prácticas mercantiles abusivas.
Por el contexto en que se ha venido dando la guerra comercial entre Occidente y China, la relación de México con el gigante asiático tiene por necesidad que vislumbrarse como complicada. China es un actor internacional que no se puede ignorar, pero como socio debe ser tratado con el cuidado que requiere por su importancia presente y futura.
Ahora, con un cambio de posiciones y reglas como el que se avecina una vez que Joe Biden asuma el relevo al frente de Estados Unidos, se antoja que la relación de México con estos dos importantes actores de la escena internacional podría tensarse aún más, toda vez que en cierta forma el gobierno mexicano ya le había tomado la medida al estadounidense y había entendido cómo poder apaciguar la volubilidad de Donald Trump.
Biden, en cambio, podría actuar como cabeza de un equipo cuyos integrantes analizarán bien las estrategias a seguir, obedeciendo con frialdad siempre a los intereses de su nación; ya no será posible confiar sólo en “llevarse bien” con el presidente.
Con la potencia china, México debe jugar bien sus cartas, siendo a la vez cuidadoso de no arriesgar su relación con Estados Unidos, porque el cambio al norte del Río Bravo ya ha comenzado, y aunque se espera que sea benéfico para los mexicanos, siempre cabe la posibilidad de esperar un revés, más aún que el gobierno de la 4T había apostado por tener a Trump hasta 2024 y hacia allá había perfilado todos sus esfuerzos diplomáticos y comerciales.