Edificios que fueron la vanguardia funcionalista en su momento, hoy son inmuebles viejos que albergan a la mayor parte de los 329 mercados de la Ciudad de México y cuyo deterioro ha pasado desde hace décadas la factura de su descuido, con diversos grados de afectación, entre los que sobresale el incendio reciente en inmuebles tan emblemáticos y visitados como los de La Merced y San Cosme, registrando daños por millones de pesos en mercancías e instalaciones, y pérdida de empleos para la gente que dependía económicamente de ellos. Lo anterior exige que se supervise a detalle la situación y condiciones en las que se encuentra cada uno.

La pasada administración capitalina tuvo un programa de mejoramiento de mercados que solo consistió en la intervención de fachadas para darles un estilo retro inspirado en mercados europeos, pero en el que el aspecto de la seguridad infraestructural y de operación no se tomaron en cuenta, ni tampoco fue una prioridad para sus ocupantes, quienes prefirieron anteponer la estética a la seguridad de su lugar de trabajo. Entonces se rehabilitaron 40 de los 329 mercados de la capital, algunos mediante un proceso de renovación total que incluyó demolición y reedificación de los mercados, pero en los que persistieron los vicios técnicos y estructurales de los viejos comercios, sin mencionar la proliferación de comerciantes ambulantes en su exterior con puestos fijos o semifijos.

En la administración actual, un nuevo programa de mejoramiento abarca 54 mercados e incluso se instauró un programa denominado “Mi mercado, un espacio seguro”, pero en el que la seguridad mencionada se relaciona con vigilancia y prevención de delitos. Ahora, tras los incendios en los mercados de La Merced y San Cosme, se hizo una revisión de 50 de los mercados más grandes de la capital, encontrándose en 30 de ellos instalaciones eléctricas en mal estado que ponen en riesgo de incendio a los inmuebles, muchas de estas redes de suministro instaladas por los mismos locatarios de forma ilegal, lo que causa sobrecarga en los sistemas existentes y el riesgo de que el calentamiento de los cables, sumado al cochambre acumulado sobre ellos durante años de uso, los convierte en combustible de fácil ignición, sin olvidar que las instalaciones de gas en las áreas de comida suelen encontrarse descuidadas también.

Los más de 71 mil locatarios que hay en la ciudad no invierten en los inmuebles que son para su uso, ni siquiera para garantizar el resguardo de las mercancías de las que depende su modus vivendi. Los incidentes catastróficos que afectaron recientemente a dos de los mercados más importantes de la ciudad demuestran que la negligencia y la corrupción también se traduce en tragedias.

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