Serán muy escasos los sectores que salgan intactos de la crisis económica generada por la pandemia. En materia educativa poco se ha dicho, pero hoy este diario presenta estimaciones del Programa de Naciones Unidas sobre el Desarrollo y las cifras no son nada optimistas respecto a las afectaciones que se darán, principalmente, en la educación media superior y superior.

La combinación de escuelas cerradas y pérdidas de empleo ocasionará que hasta 1.4 millones de estudiantes no continúen sus estudios de preparatoria ni su preparación universitaria en el ciclo escolar 2020-2021.

Muchos de los jóvenes tendrán que abandonar las aulas para apoyar la economía familiar cerrándose así la oportunidad de aspirar a mejores condiciones de vida.

Es claro que no se trata de un fenómeno nuevo, esta vez agravado por la pandemia del coronavirus, pero las autoridades educativas tendrían que estar enfocándose ya en los alumnos vulnerables. De acuerdo con la SEP, será a partir del próximo ciclo escolar cuando se ponga en marcha un sistema de alerta temprana para atender las causas y mitigar el abandono escolar.

Experiencias a nivel internacional confirman que los efectos indeseados de epidemias sanitarias y desastres naturales son la deserción escolar y la lenta recuperación del aprendizaje.

En México se confirma una vez más esa tendencia al conocer la situación de la familia Rojas Zavala. EL UNIVERSAL ha seguido la trayectoria educativa de los integrantes del clan Rojas Zavala y en esta visita anual, previo al inicio de las clases, encontró que Teresa, próxima a cumplir 15 años, no regresará a la educación secundaria.

Su primer año en la escuela no fue como esperaba. Hubo mucha presión de profesores para que cumpliera con materiales, de lo contrario no la dejaban entrar a clase o sus calificaciones eran afectadas. La pandemia vino a convencerla de que no podía continuar. Su única esperanza ahora es contar con un empleo para estudiar en el sistema abierto.

Cada alumno que deja un salón de clases representa un estancamiento social para el país y para la persona en lo individual. Menos educación representa casi en automático más pobreza. No puede condenarse a la “generación de la pandemia” a ese destino. Tienen nombre y apellido, urge atenderlos.

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