Organismos empresariales como la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) auguran que tras la epidemia de Covid-19, a México le espera un oscuro escenario donde casi la mitad de su población se encontrará en situación de pobreza, cuando hasta 68.5 millones de sus habitantes no cuenten con los ingresos suficientes para cubrir sus necesidades más inmediatas como las de alimentación, vestido, servicios básicos y vivienda.

Sumado al más de medio millón de empleos que se han perdido ya a raíz de las medidas de confinamiento y semiparalización de actividades adoptadas por el gobierno federal a fin de contener la epidemia de coronavirus en nuestro país, viene a agregarse otra cara de la moneda: la del empleo que subsista y que, como producto de la crisis, será forzosamente mal pagado y de explotación del trabajador.

Según investigaciones realizadas por la Concamin, hasta un millón 861 puestos de trabajo se perderán durante 2020 por el impacto de la crisis sanitaria y la paralización de las actividades productivas, comerciales y de servicios. Sus cifras contemplan, además de los empleos formales, una estimación también de la pérdida al interior del sector informal. Todo en conjunto se traducirá además en una sensible baja en el consumo al considerar que en promedio, por cada persona que se queda sin trabajo, hay otras cuatro más como sus dependendientes económicos. Por lo anterior, al final de 2020 es posible que México tenga 7.4 millones de nuevos pobres que se sumarán al actual registro de 61 millones de mexicanos que ya están considerados bajo esa categoría.

En su estimación para México, el Bank of America calcula hasta 1.2 millones de empleos que se perderán en nuestro país, en lo que llama “la destrucción formal de empleos”, y aunque desea que haya una lenta recuperación de los mismos tras el cese de la epidemia, también advierte el riesgo de que el desempleo se agudice tanto por un rebrote del coronavirus como por el arrastre que ejerza la propia crisis estadounidense, en caso de que ésta se profundice.

Y ahora viene a conocerse que el tan criticado outsourcing podría volverse una herramienta que facilite la creación de empleo, aunque se advierte que no debe permitirse su proliferación una vez que la economía comience a recuperarse, ya que ello se traduciría en evasión de obligaciones fiscales de los contratadores, deterioro de la planta laboral y una merma en los ingresos del Estado por concepto de cuotas patronales.

Combatir esta situación debería estar en la mira de un gobierno que proclama ver primero por los pobres, pero a los que no parece querer ayudar defendiendo sus empleos sino solo manteniendo las dádivas que no podrán sacar a nadie de la pobreza ni en el corto ni en el largo plazo.

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