El presidente Andrés Manuel López Obrador señaló a directivos del Hospital Infantil de México “Federico Gómez”, como los responsables por la falta de medicamentos necesarios en el tratamiento de los niños enfermos de cáncer, aunque fueron éstos precisamente los que inicialmente advirtieron del desabasto que ya se vislumbraba desde mediados del año pasado.
El mandatario apuntó como hipótesis de su acusación una posible colusión entre los funcionarios y las farmacéuticas, quienes, a su decir, causaron descontrol a fin de mantener los contratos existentes y sus prebendas, y que fueron estas resistencias a la lucha emprendida por su gobierno contra la corrupción las que generaron la escasez de tratamientos.
Por su parte, uno de los directivos médicos señalados expresó que tanto la compra como los contratos con proveedores de medicinas son responsabilidad directa de la Secretaría de Salud y que a él solo corresponde solicitar una ampliación o extensión de las adquisiciones cuando detecta o se le informa que las existencias están en riesgo de terminarse, por lo que se pronunció en completa disposición a ser investigado por la Secretaría de la Función Pública, que es la que está tomando cartas en el asunto.
Los padres de los niños pacientes de hospitales del Sector Salud, que viven y sufren el drama del desabasto y conocen la realidad cotidiana de las instituciones médicas en donde sus hijos reciben atención oncológica, piden que en lugar de iniciar una cacería de brujas para hallar culpables, mejor que todos los esfuerzos se dirijan a garantizar el suministro de medicamentos e indican que para ellos los héroes de esta crisis son los médicos y el personal de los hospitales, y acusan por igual al gobierno y los proveedores farmacéuticos por especular con las medicinas; el primero por no autorizar las compras alegando corrupción en los contratos de suministro, y los segundos por incumplir en la entrega de lo comprado o por intentar lucrar con la necesidad.
En esta guerra de acusaciones que se verifica en tres frentes (gobierno, farmacéuticas y autoridades hospitalarias), pero que en el campo de batalla la están librando las madres y padres de familia, los grandes perdedores son los niños enfermos de cáncer, que pierden tiempo valioso en sus tratamientos en tanto el mal avanza dentro de sus cuerpos, mientras en las esferas donde se hace la toma de decisiones nadie parece condolerse de su drama y de su lucha por la vida. La prioridad es atender a esos niños en lugar de hacer política.