Información obtenida por EL UNIVERSAL revela la poca protección existente en torno a los terrenos de los aeropuertos del país y las restricciones presupuestales que repercuten en uno de los rubros que suelen dejarse al final o pasarse por alto: el del mantenimiento.

Y es que se ha detectado la vulnerabilidad de los cercados perimetrales de los aeropuertos, cuyo descuido o debilitamiento podría dar lugar a accidentes tanto a personas y animales que pudieran cruzarse al paso de las aeronaves —sin dejar de lado el propio riesgo para pasajeros y tripulantes—, así como posibilitar sabotajes y ataques en lo que debiera considerarse zonas de alta prioridad estratégica nacional.

Temas como el cuidado o el mantenimiento de las infraestructuras suelen no tener la atención de los gobernantes o de los funcionarios encargados de efectuarlo, y que por negligencia o postergación llevan a incidentes que terminan a veces en pérdida de vidas y con un costo mucho mayor al supuesto ahorro que representó su supresión o aplazamiento.

Como ejemplo está el Metro de la Ciudad de México que, con diversos accidentes de distinta gravedad, ha causado no solo muertes y hospitalizaciones sino también la pérdida de costosas instalaciones y equipo —como el incendio en el Puesto Central de Control en enero pasado—, cuyo cese de actividades se traduce para la ciudadanía en pérdida de tiempo en traslados y afectaciones económicas por retrasos.

Otro caso similar se dio en el gobierno de Enrique Peña Nieto, cuando ante un estudio en el que se habían detectado diversas problemáticas que obstaculizaban la agilidad en el servicio carretero, se presentó un proyecto para modernizar los caminos de cuota a cargo del gobierno federal, pero que se vio sucesivamente rechazado, quizá ante lo poco redituable —políticamente hablando— de un programa de mantenimiento mayor.

Como el mantenimiento no es algo que se vea y cuya ausencia solo se hace presente hasta el momento en que causa accidentes o detiene el servicio, no es algo que cuente con incentivos políticos para realizarlo pues, a diferencia de lo que representa inaugurar carreteras, segundos pisos o teleféricos, o entregar hospitales nuevos, el mantenimiento es un gasto que debe hacerse pero no repercute en el decoro político. Al igual que en administraciones pasadas, durante esta gestión se ha aplicado siempre la política de dejar lo urgente por lo importante.