Cuando a mediados de marzo se veía venir como una ola gigantesca la amenaza del coronavirus —que en ese momento paralizaba la vida de los españoles y cobraba la vida de miles de italianos, franceses y alemanes, luego de su paso inicial por China y Corea—, la preocupación mayor era si el sistema de salud mexicano resistiría el embate.
De manera apresurada comenzó lo que se llamó la reconversión de hospitales. Se seleccionaron algunas instalaciones médicas para atender únicamente a los contagiados por coronavirus. Con esa medida, sumada a la creación de hospitales provisionales, día tras día se ha informado que hay suficiente capacidad hospitalaria, aunque no quede del todo claro si es por el incremento en el número de camas o porque la consigna para los infectados es permanecer en casa y acudir a hospitales solo si la situación se agrava.
Para que el país garantizara atención médica a la población ante la pandemia, se tuvo que jalar la cobija y dejar desabrigadas otras áreas. Hoy EL UNIVERSAL presenta la otra cara de la moneda: En el Instituto Mexicano del Seguro Social se han diferido más de 300 mil operaciones “no urgentes” en los últimos seis meses. A esa cifra la Academia Mexicana de Cirugía General, de acuerdo con estimaciones propias, suma otras 330 mil y expone la situación: en Nayarit, Colima y Michoacán, por ejemplo, hay cero cirugías de las llamadas “electivas” en hospitales públicos, aquellas intervenciones en las que el paciente decide si se somete a ellas o no. Todas las cirugías que se realizan son por cuestiones de urgencia.
Especialistas reconocen que no había otra opción que posponer las operaciones a causa del SARS-Cov-2. En muchos casos los mismos pacientes desistieron incluso de las operaciones por temor a adquirir el coronavirus durante su estancia en el hospital. Sin embargo esta situación va en camino de convertirse en un problema de salud pública.
Seguramente muchos de los muertos adicionales que se han registrado este año son consecuencia de la pandemia, pero ¿cuántos de ellos corresponden al grupo de quienes no pudieron operarse y por tanto su salud se deterioró?
Aunque las cifras indiquen que hay capacidad para hacer frente al Covid, la realidad del sistema de salud mexicano es de debilidad, como resultado del abandono y corrupción de administraciones anteriores. Si la actual situación de emergencia no marca un antes y después para fortalecer y sanear la red de hospitales públicos, se alejará cada vez más la posibilidad de que los mexicanos cuenten con un servicio hospitalario de calidad.