Lo que hace unos años fue un ejemplo de acercar arte y mobiliario urbano a los habitantes de la capital del país ahora luce descuidado, abandonado y casi en ruinas.
Al igual que las campañas de reforestación en los que los árboles son presumidos el día de su siembra, pero se dejan a su suerte una vez pasada la ceremonia, las esculturas y otras obras de arte son puestas en lugares para nunca más ser visitadas de vuelta por quienes promovieron su instalación ni recibir ninguna clase de cuidado.
El tamaño de la obra, la importancia del autor, la originalidad o el valor artístico de la pieza, su costo original, la rareza del material o materiales de que está hecha, y a veces ni siquiera su visibilidad urbana o la avenida, plaza o parque en el que esté ubicada, son garantía de que una obra de arte público será respetada o preservada de su deterioro.
Por estar expuestas en espacios públicos son susceptibles además de vandalismo, destrucción, robo, desmontaje para su venta como pieza, por partes o por kilo, reciclamiento como chatarra.
Al descuido de piezas de gran formato en avenidas tan importantes como Paseo de la Reforma o Miguel Ángel de Quevedo, se deben sumar las agresiones recientes que han sufrido esculturas públicas, como el robo de la réplica del David de Andrea del Verrochio, en el camellón de la avenida Álvaro Obregón, de la colonia Roma, o el de las garras de los leones del Monumento a Cuauhtémoc, y hasta la desaparición forzada del monumento a Cristóbal Colón, para resguardarlo del vandalismo, con una fecha incierta de retorno y que podría ser permanente.
En lugar de dejar al abandono el arte público, se requiere crear las figuras legales que garanticen su cuidado, mantenimiento y vigilancia, puesto que nunca hay un programa de continuidad o de seguimiento tras su instalación. La excepción la constituye el Patronato de la Ruta de la Amistad, que es una muestra de que se puede cuidar y preservar el arte público, y que no solo contempla su restauración y mantenimiento, sino hasta su difusión y su inclusión en visitas guiadas hacia ese grupo de esculturas modernas que fueron instaladas en el Periférico Sur en ocasión de los Juegos Olímpicos de 1968.
Las causas de ese abandono hacia el arte público pueden ser multifactoriales, incluso pueden ser resultado del daño que reciben en las manifestaciones, pero tampoco se descarta que sea resultado de la austeridad.
Puede haber cosas más apremiantes de atender, pero no se puede soslayar la cultura y la imagen urbana que constituye el patrimonio de las ciudades.