Con el litio, México está en posición de aprender de errores del pasado y de otros países del mundo que van mucho más adelantados en su explotación. También está en buen momento de no apostar todas sus cartas a ese recurso, pues aunque hay potencial, se debe también dimensionar que aún se está lejos de las naciones sudamericanas que juntas poseen el 85% de las reservas mundiales del mineral, mientras que en nuestro territorio apenas se estima que habría un 2.3% del total mundial (unos 1.7 millones de toneladas).

Hoy se menciona al litio como si fuera la nueva gallina de los huevos de oro, pero una situación similar ocurrió con el petróleo, cuya nacionalización en 1938 dio comienzo paulatino a una economía y un país petrolizado, lo que se acentuó de manera exponencial en la década de los 70 cuando se descubrió el yacimiento de Cantarell. Incluso hubo entonces un llamado presidencial a prepararse para “administrar la abundancia”; en los hechos, no se puede negar que parte del desarrollo provino de los recursos generados por la producción del crudo, pero otra parte se destinó también a llenar los huecos producidos por derroches de la clase gubernamental.

Entre las lecciones que México debe aprender es que la explotación del litio en Argentina, Chile y Perú está resultando exitosa por la participación de los sectores privados locales y la inversión extranjera, mientras que Bolivia, que es el país con las mayores reservas de ese metal en el mundo, ni siquiera aparece como uno de sus principales productores.

En el modelo boliviano, que es al que nuestro país aspira a seguir, la estatización del mineral decretada en 2008 mantiene su producción estancada porque el Estado no cuenta con los recursos y medios suficientes para su explotación, pues por ley mantiene el monopolio de su extracción, lo que se refleja en una magra producción de apenas unas 70 toneladas por año, en momentos en que la demanda mundial alcanzó las 350 mil toneladas tan solo en 2020 y que podría sextuplicarse en lo que resta de la década.

Pero entre las lecciones que México también debe considerar es que la duración del reino del litio como insumo básico de baterías podría estar amenazado. Y es que en la actualidad los científicos están probando sustituir al litio con otros minerales que sean más abundantes en la naturaleza y que hasta podrían ser aún más eficientes para almacenar energía.

De ambas lecciones (participación o no del sector privado y posible pérdida de su potencial a futuro), México debe sopesar qué camino tomar para no quedar entrampado en sus propias restricciones y negativas.