Sumada a las diversas formas de violencia que enfrentan las mujeres mexicanas, como la sexual, intrafamiliar, laboral, escolar, el acoso, el descrédito y la discriminación, está también ahora la digital, por medio de la cual se violenta su intimidad y privacidad al difundirse imágenes, videos o grabaciones sonoras con matiz sexual, y de las que no se enteraron de su registro o que no consintieron su diseminación por ningún medio de comunicación o de intercambio de archivos digitalizados.
Todo empezó cuando a los 18 años de edad, la poblana Olimpia Coral Melo se grabó en un video íntimo al lado de su entonces novio, en el que además de despertar el morbo y volverse viral, generó también comentarios ofensivos relacionados con la complexión física de la chica y agresiones por multitud de hombres que la acosaban lo mismo para insultarla que para hacerle proposiciones indeseables.
A partir de la difusión masiva de lo que nunca debió haber trascendido más allá de la esfera privada, la vida de Olimpia dio un giro de 180 grados en el que lamentablemente también se vio involucrada su familia y que destrozó su autoestima, a la vez que la hizo foco de una insoportable estigmatización que hasta el día de hoy la persigue, aunque también encontró en el camino la solidaridad de otras mujeres que como ella se identificaron con su situación.
Y una vez que cobró conciencia de que ella no era culpable sino plena víctima de un acto de violencia por su condición de mujer, se adentró a tal nivel en el tema que la llevó a redactar un proyecto de ley que llevara a castigar a quienes con dolo, persiguiendo fines de lucro o incluso solo por diversión, difundieran sin consentimiento expreso, imágenes de índole sexual de otras personas.
Ayer y por unanimidad, el Senado mexicano hizo eco de una lucha local que desembocó finalmente en una ley federal. Se hizo así justicia a un movimiento de mujeres cuya voz ha sido mayormente desoída por este gobierno, y que por fin encontraron oídos abiertos en el poder legislativo, que recogió sus demandas y las elevó a rango federal, por lo que a partir de ayer la violencia digital será también objeto de persecución y sanción penal en todo el país.
Es un paso más, uno tan solo, pero decisivo en el largo camino hacia una vida sin violencia de ningún tipo para las mujeres. Así, con la aprobación de la Ley Olimpia, se pone un primer dique para contener el lado oscuro e incierto que presentan los insospechados alcances de las nuevas tecnologías, y cancelar, acotar o atenuar el discurso de odio sexista. Falta aún mucho más, pero sin duda en México se ha dado un gran paso.