Las escenas producen miedo y terror por la facilidad con que son montadas, porque las realizan grupos que parecen rebasar al poder del Estado y porque la población luce indefensa.

Primero, una camioneta con 10 cuerpos es abandonada frente al palacio de gobierno de Zacatecas; días después, nueve cadáveres aparecen en una carretera de Veracruz; más adelante, otra vez en Zacatecas, pero ahora en el municipio de Fresnillo, una decena de cuerpos son dejados sobre dos calles de la localidad colocados casi a la misma distancia uno de otro; son bultos negros encintados.

Las seis semanas que han transcurrido de 2022 han estado marcadas por los asesinatos múltiples. En un recuento realizado por EL UNIVERSAL, se encontró que se han registrado 33 hechos violentos (un promedio de más de cinco por semana) que han dejado 147 víctimas.

En todos los casos predomina la crueldad: Los cuerpos aparecen quemados o desmembrados, colgados o encobijados, en parajes solitarios o en lugares transitados.

Guanajuato es la entidad con más multihomicidios, 10, seguido por Zacatecas, donde se han presentado siete. Detrás figuran Michoacán (seis), Guerrero (cinco), Chihuahua (tres) y Veracruz (dos).

México ha tenido que coexistir con los hechos de violencia desde hace casi dos décadas. Las cifras de homicidios dolosos se incrementan sexenio tras sexenio, hasta alcanzar en los últimos años una “estabilizarse” de más de 30 mil anuales.

¿Habrá que considerar normales a partir de ahora esas cifras, al igual que los multihomicidios?

Para las autoridades, los asesinatos múltiples son resultado de venganzas por las pugnas entre grupos delictivos antagónicos que operan en esas regiones, además de ser considerados incluso como hechos de propaganda, que tienen el objetivo de infundir miedo.

Las explicaciones oficiales pueden ser varias, pero lo que no debe eludirse es que nada disculpa para que estos hechos de violencia se den de manera casi cotidiana y los cuerpos se depositen donde se les dé la gana a los grupos criminales, sin que sean interceptados.

Parece en diversos puntos del país hay autoridades que no ven ni oyen. O peor: que no quieren ver ni oír la violencia a su alrededor.

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