Hace 20 años, luego de haber sufrido en carne propia uno de los peores y más devastadores agravios de los que el mundo tenga memoria a manos del terrorismo, Estados Unidos se lanzó a una cruzada de lo que calificó como defensa de la democracia y del mundo libre, para lo cual invadió primero a Afganistán y poco después a Irak en persecución de uno de los hombres señalados como autor intelectual de los ataques de aquel 11 de septiembre de 2001.
En esa fecha, tildada como día de infamia por los estadounidenses, no sólo se atacó el corazón financiero de Estados Unidos —representado por las Torres Gemelas del World Trade Center— y el militar —representado por el edificio del Pentágon—, sino también estuvo a poco de haber sido herido en su corazón político, representado por la Casa Blanca o por el edificio del Congreso, que al parecer alguno de ellos habría sido el objetivo del avión que no cumplió su cometido, como consecuencia de la propia intervención de los pasajeros contra los secuestradores del vuelo.
Para el presidente de EU, Joe Biden, la enseñanza que dejan los trágicos sucesos que hoy cumplen su vigésimo aniversario es haberle mostrado a su país su propia vulnerabilidad y haber actuado en su momento como un poderoso factor de unidad para la población estadounidense en torno a su gobierno y sus acciones en materia de política exterior.
Sin embargo, la otra gran lección que deja el 11 de septiembre es que, tras la guerra fría, este acontecimiento en que Estados Unidos fue atacado en su propio territorio como nunca había ocurrido desde la Segunda Guerra Mundial, le dio a EU un nuevo propósito en el concierto global, una nueva misión que consistió en su deber de “exportar” la democracia y los valores occidentales a otras partes del mundo, pero lo que ocurrió después con la reciente salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, representó el fracaso de esa creencia, y ahora tristemente confirmamos que ni la democracia ni los valores del mundo autodenominado “libre” se pueden llevar e imponer a la fuerza en otras regiones del planeta.
Lo único que esto demuestra es la ineficacia del intervencionismo, no solo el de EU, sino en general de cualquier intromisión militar o intento de control por cualquier otro medio sobre el derecho de las naciones a ejercer su libre autodeterminación. Es tiempo de aprender de la historia y de que por las armas, más allá de la venganza, es poco lo que puede conseguirse en favor de la democracia y la libertad.