La propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador hacia sus homólogos de Estados Unidos y Canadá, en el sentido de conformar un bloque único que busque contrarrestar el notable avance comercial e industrial de China tiene mucha lógica, en cuanto a que Norteamérica debería actuar como una sola fuerza para maximizar su competitividad, y no continuar en el error de ir cada uno por separado contra las potencias emergentes de Oriente.
Y es que China les demostró el avance que pudo alcanzar en el comercio y el desarrollo de su industria tan solo en unas cuantas décadas, luego de haber constituido por años una de las economías más cerradas del orbe. Baste tan solo el ejemplo que dio de que hace 30 años, China solo mantenía una participación en la economía mundial de poco más del 1% mientras que en la actualidad es de más del 14% —y que podría alcanzar el 42% en otros 30 años, de no hacerle un contrapeso—, en tanto que la de la región norteamericana ha permanecido oscilante desde entonces en una cifra similar a la actual china.
Y ahora que está el tema de las cadenas de suministro en boga, esta sería una perfecta oportunidad, para aceitarlas y perfeccionarlas en esta región del continente.
Inevitablemente China es el principal competidor de Estados Unidos y su contrapeso mundial, pero es también el más fuerte competidor comercial de México, y lo que dice el presidente López Obrador es algo totalmente lógico y hasta necesario en esta parte del mundo, por lo que con esta propuesta, el mandatario mexicano se anota varios puntos a favor y abona con fuerza hacia una más sólida integración norteamericana, con poderosas posibilidades de extenderla de forma continental.
Y si bien la integración norteamericana es un hecho, es tan solo perfeccionar y mejorar algo que ya existe ahí, en los acuerdos vigentes y en los planes y deseos a futuro.
En ningún país hay más estadounidenses como en México y en ningún país hay más mexicanos como en Estados Unidos. Comparten una frontera de más de 3 mil kilómetros que, con muro o sin muro, hace que ambas naciones mantengan una relación muy estrecha, casi consanguínea, que sienta las bases para un futuro común e indisociable.
No obstante, México no debe cerrarse solo a su comercio e intercambios de corte regional, sino debe estar abierto a cualquier interacción con las naciones del Oriente, que pueden también constituir valiosos aliados y socios cuando se requiera. Un justo equilibrio del que todos salgan beneficiados.