Hace un año y como consecuencia de una atropellada estrategia emprendida por el gobierno contra el huachicoleo o robo de combustibles mediante la ordeña de ductos de la red de distribución de hidrocarburos de la empresa productiva del Estado, Petróleos Mexicanos, la población de prácticamente toda la República se vio de pronto privada del suministro de gasolina, por lo que para paliar esa crisis, se tuvo que recurrir a medidas de emergencia como el reparto mediante pipas que pronto demostraron su insuficiencia ante la magnitud de la demanda. Las imágenes de largas filas en torno a las gasolinerías fueron recurrentes en todos los puntos del territorio nacional, así como las voces de protesta por la situación.
Ese episodio fue el primero que empañó la percepción de los mexicanos sobre la nueva administración que entraba a tomar las riendas del país tras décadas de gobiernos derechistas y contra los que más de 30 millones de votantes habían expresado en las urnas su hartazgo.
Si bien la crisis pudo remontarse y el abasto regularizarse, Pemex continuó en una debacle ocasionada no solo por el creciente y extendido robo de combustibles —que tal vez era el menor de sus males—, sino por años y años de corrupción enquistada en toda su estructura, desde las cúpulas directivas hasta las bases laborales y sindicales que encontraron en la paraestatal una forma de hacer negocio con robos, fraudes y abusos a gran y pequeña escala.
A su carcomida situación interna, Pemex debía enfrentar en el exterior el embate de una crisis mundial con caídas sostenidas en el precio del crudo, que en nada abonaban para su recuperación, pese a los hallazgos de nuevos y prometedores yacimientos de petróleo en el Golfo de México. Ahora, un informe presentado por la Secretaría de Energía revela que 2019 ha sido el peor año en materia de producción de gasolinas en casi 30 años y que, relacionado con los gobiernos en turno, representa el peor arranque de los últimos cuatro sexenios.
Esta debacle se refleja lastimosamente en un dato a modo de muestra: México, siendo un país petrolero, apenas puede surtir 2.6 litros de gasolina de cada 10 que consume, viéndose obligado a importar más de 70% de lo que requiere su población, comercio e industria para poder funcionar.
Las cifras reportadas se suman a un coctel de resultados negativos con crecimiento económico nulo y afectación a varios sectores industriales (como el automotriz o el de la construcción), y hasta el bancario. El periodo de ajuste por el cambio de gobierno ya debió haber pasado, así como la denominada “curva de aprendizaje”, por lo que se espera que al cierre de este 2020 haya un repunte positivo y mejores noticias en el desempeño económico del país en su conjunto.