Hace unos años la primera causa de muerte entre los jóvenes mexicanos eran los accidentes automovilísticos. ¡Cómo ha cambiado la situación en corto tiempo! Datos del Inegi señalan que, ahora, la primera causa de fallecimientos entre jóvenes de 15 y 24 años de edad fue el homicidio. Para quienes tienen entre 25 y 34 años, y entre 35 y 44, la estadística es exactamente la misma; no mueren por alguna enfermedad, son asesinados.

En este 2023 se han registrado hechos que revelan esa realidad sangrienta para los jóvenes.

Está reciente la masacre de 11 jóvenes en Salvatierra, Guanajuato, cuando departían en una posada, pero antes de Salvatierra estuvieron los asesinatos múltiples de jóvenes en Celaya, Malpaso, Zapopan y muchos casos más en estados como Michoacán, Morelos, Tamaulipas o Veracruz.

Desde 2006, cuando comenzó el contexto de violencia permanente, con sus repuntes y periodos de cierta tranquilidad, las nuevas generaciones están acostumbradas desde su niñez, y mientras crecen, a escuchar y normalizar las matanzas y hechos de alto impacto relacionados con el narcotráfico.

Además, comienzan a considerar viable sumarse a las filas de la delincuencia organizada, a veces como opción de vida, otras veces empujados mediante amenazas por los grupos criminales.

En este marco queda claro que programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, pensado para proporcionarles un primer acercamiento a la vida laboral, son insuficientes para alejarlos de la violencia y el incumplimiento de la ley.

A lo anterior se suma la actitud de la autoridad de estigmatizar a las víctimas al pretender vincularlas con bandas delictivas o con problemas de adicciones, sin tener las pruebas suficientes para sostenerlo.

Han fallado los tres niveles de gobierno en proporcionar la más elemental seguridad. Las políticas que se aplicaban hace 17 años se mantienen aunque no presenten resultados distintos.

Desde las precampañas políticas que se están desarrollando ¿qué se les va a ofrecer a los jóvenes, un sector de por sí desinteresado de la política?, ¿cómo se va a hacer frente al crimen? Hay muchas respuestas por delante.

Lo cierto es que la sangría de vidas jóvenes que está sufriendo México, documentada por datos oficiales, pasa ante nuestros ojos sin que haya indignación generalizada, sin que los encargados de velar por la seguridad ciudadana den resultados y ante el aparente desinterés por plantear nuevas formas de enfrentar el problema.

La construcción de un clima de paz en amplias regiones del país se encuentra muy lejana. El horizonte todavía se percibe rojo, ante la escasa indolencia oficial.

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