El cuadro de precios de productos de la denominada canasta básica muestra que al cierre de 2019 reportó el segundo menor índice inflacionario desde que en 1969 el Banco de México instauró el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), tomando como punto de partida para establecer sus comparativos, los costos de las mercancías de consumo necesario al final del año 1968.
Según el Inegi, en diciembre de 2019 la inflación en el cuadro de 86 productos considerados en la canasta básica fue de 2.63%, el segundo más bajo desde que se lleva registro del INPC, solo precedido por la marca de 2.13% observada en 2015.
En tanto que en las cifras anualizadas, el promedio para 2019 fue de 2.83%, también el segundo más bajo pero en 50 años, dado que desde 1969 no se había vuelto a ver otro igual.
Si bien la inflación de 2019 con respecto a la canasta básica es la más baja en 50 años, aún así la población no lo percibe en su economía cotidiana, lo que parecería contradecir la estadística. Hay que considerar que el comportamiento de los precios no es uniforme a nivel nacional, ya que el año pasado cinco estados de la República reportaron marcas de inflación alta, correspondiendo la mayor a Tabasco, donde alcanzó 4.40%, seguido de Querétaro, Campeche, Yucatán y Aguascalientes. En el extremo opuesto, la menor pérdida de poder adquisitivo se anotó en Baja California, donde la inflación fue de apenas 0.43%, seguida del Estado de México, con 1.86%; mientras Tamaulipas, Chiapas y Guanajuato reportaron índices por arriba del 2%, pero inferiores al promedio general nacional.
El control de la inflación es un tema digno de crédito, pero el país necesita que mejoren también otros indicadores, lo cual en principio no parece fácil por el poco dinamismo económico presentado en 2019.
Los números de dos grandes sectores dan cuenta de lo anterior: el automotriz y la construcción han visto caer sus ventas y actividades. Esa disminución refleja la pérdida del poder adquisitivo de los mexicanos, que en sus ingresos ya no cuentan con los excedentes que los hacían aspirar a hacerse propietarios de un automóvil o una casa, o cambiarlos o renovarlos con alguna frecuencia. Aunque pueden considerarse bienes suntuarios, en realidad muestran que la infraestructura económica de México se asienta aún sobre un terreno pantanoso.
El histórico índice inflacionario no debe ser —todavía— motivo para echar las campanas a vuelo. Antes es necesario tener presente que el bienestar debe siempre repercutir a todos los niveles.