Las secuelas que dejó el Covid en la salud de quienes lo padecieron y sobrevivieron aún no son claras ni se conoce con certeza si el daño es permanente o temporal. En cambio, las afectaciones que dejó la pandemia en la economía del país, especialmente en los bolsillos de millones de mexicanos, están a la vista, se pueden cuantificar, se puede medir el daño causado e incluso pronosticar cuánto tiempo tomará volver a la situación en que se encontraba el país antes de la aparición del coronavirus.
Los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) revelan que la política oficial de revertir la pérdida de poder adquisitivo del salario mínimo -por medio de incrementos superiores a la inflación- prácticamente quedó anulada debido a que un mayor número de trabajadores reciben en este momento sueldos menores a los que tenían antes de la emergencia sanitaria.
Con cifras al primer trimestre de este año, el Coneval menciona que repuntó el porcentaje de trabajadores que perciben hasta dos salarios mínimos para llegar a 76%. El grueso de los trabajadores en el país sobrevive con 8 mil 500 pesos al mes.
El panorama de pobreza laboral se acentúa con los niveles de inflación –por arriba de la meta establecida por el Banco de México– que se están registrando en productos de la canasta básica. En abril, por ejemplo, los precios de los 84 bienes y servicios que conforman la canasta básica registraron su mayor alza de los últimos 21 años, según información de Inegi.
También en el primer trimestre de 2021 aproximadamente 50.4 millones de mexicanos se encontraban en situación de pobreza laboral, 4.9 millones más que los reportados en el mismo periodo de 2020. A estos trabajadores el sueldo que perciben no les alcanza para adquirir la canasta básica de alimentos.
Hace 15 meses, al inicio de la pandemia, se mencionaba que sería un fenómeno que tendría repercusiones por igual, sin distinguir entre clases sociales. De inmediato hubo precisiones. En efecto el mundo surcaría un océano de aguas turbulentas, pero había personas y países que lo harían en verdaderos buques y otros que irían a bordo de débiles barcazas.
El saldo es el que se predijo: las familias más pobres, las de menores recursos, resultaron las más afectadas por los estragos económicos de la pandemia. Durante la tormenta fueron dejadas a la deriva. Ahora que la calma parece reinstalarse el horizonte se vislumbra todavía gris. No hay programas que mencionen su rescate. Para ellos la tempestad aún no amaina.