Como una rama más de las fuerzas armadas es que el presidente Andrés Manuel López Obrador proyecta el futuro de la Guardia Nacional, el cuerpo de seguridad emblemático de su administración, con el objetivo de que no se corrompa como sucedió con la Policía Federal en el sexenio de Felipe Calderón, donde además de sus irregularidades, se caracterizó por una falta de profesionalismo, a decir del actual mandatario.

Para ello, su gobierno requiere de efectuar una reforma constitucional —de un paquete de tres que su gestión tiene pendientes— mediante la cual la Guardia Nacional sería incorporada a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), propuesta que podría estar presentando en dos años y a tan solo uno de concluir su mandato.

Cabe especificar que en su origen, el proyecto de López Obrador para la Guardia Nacional es que fuera dirigida por militares y estuviera adscrita a la Sedena, pero por presión pública se tuvo que replantear como una entidad bajo un mando y una estructura civiles, aun cuando su gobierno consiguió que quedara bajo supervisión de militares en tanto se consolidaba su organización interna, sus formas y campo de operación y se definía el carácter de su personal, cuyo adiestramiento y capacitación dependería para su arranque de efectivos de las fuerzas armadas.

Por lo anterior, con este anunciado proyecto de reforma constitucional no se busca más que despojar a la Guardia Nacional de su pretendido carácter civil y encaminarla a su composición y objetivos de origen, tal y como lo vislumbró inicialmente el mandatario, para hacerla encajar en su proyecto de Cuarta Transformación.

Del antecedente directo de la Guardia, la Policía Federal —de la cual buena parte de sus elementos pasaron a incorporarse al nuevo cuerpo de seguridad—, el presidente López Obrador explicó que su finalidad se desvirtuó al hacer un manejo opaco de los recursos con que se le dotó, al no rendir cuentas por considerarlo un asunto discrecional de seguridad nacional, situación que a decir del Presidente, podría evitarse para la Guardia con su incorporación a la Sedena.

Pero según la opinión de expertos, el riesgo que se corre con este plan podría ser a la inversa: que la corrupción llegue a lugares donde no la hay, exponiendo a contaminación a una institución —el Ejército Mexicano— que, pese a todo, goza de un buen prestigio y genera confianza entre la población, por lo que decir que transferir la Guardia a la Sedena para evitar que se eche a perder, en los hechos nada se garantiza con ese paso y solo generaría que el país descuide a sus policías locales, que son las que en realidad más deberían reforzarse.