Problema de educación más que de justicia es el de la violencia que se ejerce contra las mujeres, y que se da tanto en el ámbito físico, como en el psicológico y el social, cuando, por ejemplo, se les niegan a ellas el pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos, laborales o políticos.
Y de entre ellos, las peores expresiones son los feminicidios, las violaciones y los casos de explotación sexual, que parecen seguir registrándose sin tener un freno visible que los contenga.
Ernestina Godoy Ramos, Fiscal General de Justicia de la Ciudad de México, en entrevista con este diario, llama a hacer del interés y participación de todos el solucionar y erradicar el problema de la violencia machista que afecta a mujeres de todas las edades y sectores sociales.
La fiscal tiene razón al decir que la judicialización solo evita la impunidad, pero no es una solución deseable socialmente, ya que lo ideal sería que simplemente los casos no llegaran a los tribunales porque no se registraron conductas de violencia contra las mujeres.
Lo óptimo, como señala la funcionaria, sería que con educación se previnieran de manera temprana la generación de actitudes machistas para evitar así que actos nocivos como el acoso y la intimidación sean el punto de partida para delitos graves como la violación o el feminicidio, que lamentablemente registran un incremento.
Y aunque reconoce avances producto de los movimientos feministas, admite también que las cifras de casos de violencia contra la mujer en todas sus formas demuestran que aún se está muy lejos de su erradicación.
Cuando las autoridades reconocen los problemas se puede partir de manera conjunta con diversos sectores para encontrar soluciones. Abordar la problemática de la violencia de género de forma integral es un primer paso para su prevención y para hacer conciencia que es un asunto de todos -no solo de mujeres, policías y jueces-, y que el énfasis se debe poner en el seno de las familias, que son las que pueden evitar o no fomentar que los varones adopten actitudes hostiles hacia sus pares femeninas, y que también éstas detecten las conductas nocivas y no las normalicen, como se ha implementado desde décadas atrás.
Es una tarea ardua, pero tampoco imposible, que tomará tiempo para consolidar una nueva visión y el nacimiento de una nueva relación entre mujeres y hombres, más sana, justa e igualitaria.