Por primera vez en su historia, México superó el millón de muertes en un año, hecho que es resultado de la confluencia de dos circunstancias: el crecimiento poblacional y la pandemia de Covid-19 que azotó y sigue azotando a nuestra nación desde el segundo trimestre de 2020.
La irrupción de la enfermedad ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2 desplazó del segundo lugar a la diabetes como causa principal de muerte entre los mexicanos y queda sólo por detrás de las patologías cardiacas.
Y para asombro de propios y extraños, y aunque la percepción generalizada es que la violencia es un azote perceptible para todos los mexicanos, a la hora de analizar las causas de los decesos en México, la delincuencia y los homicidios dolosos, junto con los accidentes, resultan ser origen de fallecimientos en una proporción menor (7.6%) a las cifras atribuibles a razones asociadas a la salud (92.4%). Aun así, se le conoce como la otra pandemia: la de la violencia.
También llama la atención la discrepancia de cifras del Covid presentadas por el Inegi contra las reportadas por la Secretaría de Salud, con una significativa diferencia de más de 34% en los casos mortales atribuibles a esta enfermedad. Mientras el primero reconoce que durante 2020 perdieron la vida poco más de 200 mil mexicanos por Covid, la Secretaría de Salud registra para ese año apenas por encima de los 148 mil decesos por la misma causa.
Esta disparidad tan acusada parece deberse a que la cifra del Inegi hace sus cuentas basándose en el total nacional de actas de defunción en las que el Covid consta como causa del fallecimiento, mientras que la Secretaría de Salud lo hace a partir de sus registros de ingresos y hospitalizaciones, dejando fuera a gente que nunca se atendió en el sector salud, que estuvo mal diagnosticada o que murió en su casa.
Asimismo, hay que considerar que aun dentro de las actas de defunción hay muchas que no consignan el Covid como causa directa de muerte —muchos de estos documentos llegan a consignar neumonía o paro cardiorrespiratorio como causas finales—, o a veces por petición de los propios familiares para no recibir una negativa, por ejemplo, de servicio funerario, o de cremación o inhumación.
Con todo, queda claro que la dimensión real del impacto del Covid en México aún no se conoce, y las cifras disponibles son apenas un pálido reflejo de su gravedad. No obstante, los mexicanos resentimos ya de una o de otra forma los estragos de la pandemia en nuestra vida cotidiana. En eso no hay confusión ni percepción errónea.